De la investigación a la innovación
Tenemos la ambición de convertirse en una economía tractora en Europa. Es decir, una economía muy productiva, insertada en las mejores cadenas de valor europeas y generadora de buenos sueldos. Por eso necesitamos una economía no sólo basada en el conocimiento sino también con un componente importante de conocimiento propio (propiedad intelectual). Una condición necesaria, pero no suficiente, para llegar es disponer de un ecosistema de investigación de primera línea. Todo es mejorable, pero diría que lo tenemos. El sector público ha contribuido a ello con un impulso decisivo. Debemos cuidarlo y mantenerlo.
Ahora tenemos un reto: el de maximizar la actividad económica de alto valor añadido generada a partir del conocimiento en el sistema de investigación público. Ya se han generado, vía licencias y creación de empresas (start ups). Pero sería una lástima, además de irresponsabilidad, no capitalizar al máximo la potente palanca del conocimiento de calidad generado en nuestros laboratorios públicos. No dude que éste acabará incorporado a la actividad económica. Puede ocurrir que aquí no hayamos ido más allá de la publicación académica y se aproveche una empresa de otro país, o que la hayamos protegido con una patente que licenciamos a una multinacional, en cuyo caso algo sacaremos. Pero lo deseable es que se incorpore a la actividad económica generando empresas en Cataluña.
Hago notar que hay ejemplos en la UE donde el reto descrito se ha resuelto con brillo. En particular, en Flandes. Convendría aprender de los flamencos. Para avanzar es necesario progresar en tres direcciones que se refuerzan mutuamente:
1. Normativa. Si, como creo, no hemos llegado a extraer el máximo del potencial innovador que la investigación pública puede ofrecer a la economía se debe a que es intrínsecamente difícil. Una dificultad importante es que la innovación debe desplegarse en el mercado (local, europeo y global) y éste funciona con derecho privado, mientras que los centros públicos donde reside el conocimiento funcionan con regulación administrativa, un marco jurídico que no liga bien con la actividad económica empresarial. Es necesario construir puentes y no es fácil.
Existe otro gran eje de impulso público a las empresas para avanzar hacia una economía de alta productividad: los centros tecnológicos, que actúan por la vía de la provisión de la experiencia necesaria para innovar y competir. Los centros tecnológicos no están integrados en ninguna administración pública y tienen un tratamiento normativo muy adecuado, y mejor que los centros de investigación. Pueden recibir subvenciones basales del sector público, siempre que no superen un 30% de su presupuesto. Ahora bien, en este aspecto los centros de investigación no están en una situación muy distinta. En Cataluña en 2023 el gasto ejecutado por los centros Cerca fue de 687 millones de euros y la subvención basal de la Generalitat no pasó de 181 millones, menos del 30%. Si, acertadamente, se pretende que los centros de investigación públicos sean dinamizadores de la economía, deben poder actuar en un marco normativo al menos similar al de los centros tecnológicos.
2. Financiación: pruebas de concepto.Para generar propiedad intelectual, o capitalizarla mejor, es necesario avanzar los proyectos con potencial de mercado hasta la fase donde hayamos realizado, como mínimo, pruebas de concepto. Esto pide capital riesgo focalizado en etapas muy tempranas (capital presemilla). Las cantidades son pequeñas pero el riesgo es tan grande que hay que contar con participación pública, o no estarán ahí. En etapas más avanzadas, la financiación es mejor. Hay mucho capital riesgo disponible y nosotros ya no somos unos desconocidos.
3. Fortalecimiento gestor. La gestión de la transferencia no debe ser cosa de los investigadores. Éstos deben hacer aquello en lo que son expertos. No debemos distraerlos. Para hacer llegar la investigación al mercado es necesario complementarlos con otras experiencias y otros expertos. También los tenemos en el sistema público pero a una escala y sujetas a unas regulaciones administrativas que les limitan mucho. Es indispensable que la gestión de la innovación desde nuestro ecosistema público de investigación pueda acceder fácilmente a profesionales que tengan una alta capacidad de gestionar proyectos, o un nivel también alto tanto de experiencia técnica y científica (que implica, por ejemplo, poder comunicar bien con científicos) como de experiencia para identificar las líneas que tienen opciones de mercado (que implica poder comunicar bien con altos directos). El día que lo tengamos podremos estar más seguros de que, en un mundo muy competitivo, no nos escaparán las buenas oportunidades. Nos ha pasado.