Para los admiradores de Rodoreda, la autora de Espejo roto parece ser un pozo que nunca se seca. Después de la novelista descubrimos a la poeta, ya la pintora, y ahora nos llega la Rodoreda periodista.
La editorial Comanegra ha publicado un volumen muy interesante que recoge la prolífica labor que Mercè Rodoreda acumuló haciendo periodismo durante sólo unos meses.
El libro se titula Hoy, que nos son familiares la browning y los gángsters y recoge artículos que Rodoreda publicó con asiduidad entre octubre de 1932 (tenía veinticuatro años) y junio de 1934 en diversas publicaciones, sobre todo en la revista Clarismo.
Este hallazgo, que se nos presenta ordenado y clasificado, lo debemos a la estudiosa rodorediana Mercè Ibarz, que califica la etapa periodística de la escritora de “implacable y asentimental, juguetona y llamativa”. Rodoreda realizó entrevistas y reportajes, crítica literaria, de cine y de teatro, y también dio vía libre a su afilado sentido del humor en las secciones Anti-Be y Ta-Bola de la revista Clarismo.
Cuando Clarismo en junio de 1934, después de haber publicado treinta y siete números, la joven Rodoreda deja el periodismo y empieza a dedicarse a la literatura. Según nos explica Mercè Ibarz, siempre había tenido claro que el periodismo sería el campo de fogueo del idioma y de las probaturas de estilo. La inquieta y exigente Mercè incluso se había matriculado en una academia para aprender a escribir bien el catalán.
En el prólogo de este volumen, Mercè Ibarz se encarga de recordarnos que hay otros nombres de mujer ilustres de nuestro periodismo, como Carme Karr, Aurora Bertrana o Irene Polo.
Rodoreda, como ellas, utiliza un tono desenvuelto ya menudo juega con la ironía. En su caso, tampoco se está de ajustar cuentas con algunos críticos que atacaron con dureza sus primeras novelas. Asimismo, a pesar de su juventud, se muestra exigente y en ocasiones condescendiente cuando hace crítica literaria con novelistas de su generación.
Encontramos, por ejemplo, la crítica de la obra titulada Juana Mas, de Anna Murià, también periodista y escritora y amiga personal suya. Mercè Rodoreda escribe, con toda rotundidad “Juana Mas no es nada trascendental”. Pero a continuación agradece a Murià la valentía de escribir una novela dignamente escrita y que se hace leer. En este sentido, Rodoreda hace una encendida defensa del género novelístico, entonces recientemente puesto en cuestión por Josep Pla, entre otros. Rodoreda escribe: “Necesitamos novelas de todos tipos. Excelentes y mediocres. No es ahora la hora de un Proust –que quizás no tendremos, pero que, si saliera, no dudamos de que el gran público no le leería–. Y en el momento actual, lo que necesitamos es que se lea, y en catalán”.
Dudo mucho que Mercè Rodoreda pudiera imaginar nunca que, casi un siglo después, esta frase seguiría teniendo vigencia. Hemos avanzado muy poco, pues, o parece.
El volumen sobre la Rodoreda periodista se cierra con un texto muy rodorediano titulado “Jardins”. Y, lamentablemente, a pesar de ser escrito en 1938, también nos golpea leído hoy: “Yo, ahora, cuando ya han pasado muchas cosas, cuando en el centro de Europa el dolor se ha resguardado, hablaré, como si no hubiese guerra, del hechizo de unos jardines a la hora del sol y bajo la luna. Hablaré de unos jardines llenos de reposo, cuando tantas cosas son rasgadas, cuando tanta gente con los estrechos dientes espera de pie lo que llevará el tiempo”.