El juego secreto
Hay muchos días que juegas en el juego secreto. A una hora u otra, saldrías de tu cuerpo y te despegarías para buscar otro. Te miras a una pareja en la revista del corazón, en casa de la peluquera. Pasean por la ciudad con el vaso de café en la mano, adelantados, sí, pero no yendo a ninguna parte. Parecen felices, con ese tipo de felicidad que se desprende de los outfitsurbanos (gorro, zapatillas, ropa ancha) de los que tienen criada. Parece que se rían. ¿Por la calle? ¿Sin móvil? Y, pues, por unas horas sólo, querrías ponerte en los zapatos de ella.
O hablando con la pareja de amigos que te han venido a ver y que se tratan con tanta pulidez. Te pondrías en la piel de ella durante un rato. Hoy, en el mercado, la fruta contaba una receta de tortilla de ajos tiernos y atún. El frutero decía: "¡Ella es mí Arguiñana!"Y ella se reía y añadía: "Di algo malo, también!" Y él hacía que no, que no; que no sabía ninguno. Allí quiste ser la frutera, que pasaba frío en la parada, que se había levantado quizás a las cinco, pero que se reía todo el rato. fugaz, ser alguien otro –hoy, la frutera–, también piensas, rabiosamente, quien no querrías ser de ninguna manera. Aunque el alguien tenga poder, belleza, casa en la que caer muerto.menosquerrías ser es Maribel Vilaplana. Y piensas también que Maribel Vilaplana también lo cambiaría todo por ser la frutera.