El fin del macronismo

Sentenciado. Emmanuel Macron ya ha perdido. Pase lo que pase en la segunda vuelta de las elecciones legislativas, el próximo domingo, el presidente francés es hoy un líder derrotado. El Macron que llegó al Elíseo en 2017, como antídoto contra la crisis existencial que debilitaba la Unión Europea y contra la extrema derecha de una Marine Le Pen en plena reconversión política que se acercaba peligrosamente al poder, es hoy la sombra cansada e histriónica de aquella grandeur presidencial. El hiperliderazgo de Macron se ha comido al personaje.

Las urnas de este domingo han sentenciado, desde la extrema derecha y la extrema izquierda, un rechazo contundente al macronismo. Francia ha quedado literalmente dividida en tres con la duda de si la estrategia del "no hay más alternativa" que todos contra la extrema derecha será suficiente esta vez. En la primera vuelta de las elecciones parlamentarias del 2022, 4,2 millones de franceses votaron por el ultraderechista Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen. El domingo, esta cifra rozó los 11 millones de votos.

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El adelanto electoral ha acabado con la mayoría presidencial y Macron es el responsable. La soberbia y los errores de cálculo le han pasado una factura carísima. Con unos niveles de popularidad y confianza entre el electorado que no llegaban al 30%, el presidente apostó por una convocatoria anticipada más pensada para intentar sacar provecho de las divisiones de la izquierda que desde el convencimiento de poder detener el dulce momento de una extrema derecha convertida en el primer partido de Francia.

Incertidumbre. En el mejor de los casos, Macron puede aspirar ahora a un fin de mandato con un Parlamento sin mayoría clara, condenado al bloqueo político, y forzado a trabajar con un primer ministro interino sin un mandato claro. Más tecnocracia y ambigüedad para alimentar el imparable avance de Marine Le Pen hacia las próximas presidenciales.

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La verticalidad de poder del presidente, y la distancia de la élite parisina a la que representa con buena parte del país, han deconstruido la idea de un macronismo transversal que fagocitó todo el espacio central de la política francesa.

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La Europa tecnocrática se empeña en repetir los mismos errores. Bastaba con mirar la historia reciente de Italia para entender los riesgos del fracaso de la política tradicional y de unas agendas liberalizadoras que acabaron alimentando el desconcierto de un electorado que reclama respuestas y políticas de protección. Y cómo, en cada crisis, la tecnocracia italiana fue contestada en las urnas desde Berlusconi al Movimiento Cinco Estrellas y de La Liga de Matteo Salvini a la reafirmación del éxito electoral de Giorgia Meloni.

Cambio. El "tiempo de las urgencias" que reclama el lepenista Jordan Bardella se ha impuesto al "tiempo de las reformas" donde ha terminado despeñándose la agenda de Macron.

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La Quinta República ha resultado herida y crece la sensación de inestabilidad que marca el compás de la política europea. En 2017, cuando Macron llegaba al poder, el antropólogo Arjun Appadurai ya advertía del “cansancio de la democracia liberal”, en fase acelerada de erosión. Más fragmentación, más pérdida de poder para los partidos tradicionales y mayor necesidad de buscar salidas diferentes en pleno debate sobre la legitimidad de las respuestas políticas a tanta incertidumbre. En Francia las urnas piden sobre todo un cambio.