De Madrid a Gaza

El posicionamiento de Pedro Sánchez a favor de la solución de ambos estados en el conflicto entre Israel y Palestina parece haber molestado, al final y muy concretamente, a dos agentes políticos: el gobierno de Israel (el gobierno de Netanyahu y sus aliados ultraderechistas) y la derecha/ultraderecha española. La Comisión Europea, en cambio, no parece haberse inmutado, tal vez porque existe sintonía entre su gobierno y el de España (entre Ursula von der Leyen y Pedro Sánchez) a la hora de fijar ese posicionamiento. A estas alturas queda claro que Sánchez es un dirigente que improvisa poco, y que suele trabajar con riesgos calculados (al contrario de las acusaciones que se lanzan desde PP y Vox de ser un temerario y un iluminado). Las declaraciones del presidente español atan bien con el cambio de rumbo que ha hecho la Unión Europea al respecto: del apoyo sin fisuras que se dio a Netanyahu justo después de los atentados terroristas de Hamás del 7 de octubre se ha pasado a una postura más crítica con Israel, incidiendo en la necesidad de la ayuda humanitaria. Así la UE, sin descompasarse nunca de la Alianza Atlántica, ha contribuido a forzar la tregua de estos últimos días, que está a punto de terminar y tras la que Netanyahu ya ha avisado reiteradamente de que se reanudará la guerra.

En cualquier caso, ni siquiera el hecho de haber recibido el aplauso de Hamás parece hacer dudar al gobierno de España en esta materia, lo que ha hecho posible que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, contestara inmediatamente y con firmeza las palabras del gobierno israelí, acusando a Pedro Sánchez de apoyar a los terroristas (que curiosamente, o nada curiosamente, es lo mismo que lo acusan PP y Vox). La derecha española sigue y seguirá apoyando incondicionalmente al gobierno de Netanyahu porque a la derecha ultranacionalista española no le interesa Israel, sino la derecha ultranacionalista israelí. Y cuanto más indiscriminadas sean las matanzas en Gaza, y más violenta y arbitraria la represión de la población civil, más cerrado y monolítico será ese apoyo. Como también era de prever, el entorno mediático de la derecha ultranacionalista española ha tardado poco en mezclar el cambio de postura de Pedro Sánchez sobre Gaza con la influencia de las "malas compañías" de catalanes, vascos e izquierdistas de las Españas.

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Sin embargo, son muchos los ciudadanos israelíes que, sin justificar a Hamás, culpan también a su gobierno de haber trabajado sólo por la crispación y el enfrentamiento y nunca por el diálogo, hasta llevar el conflicto al nivel de ofuscación actual. La matanza de población civil (con bombardeos en hospitales y centros de refugiados) y la masacre, querida y deliberada, de niños (una política de exterminio que el pueblo judío tristemente ha conocido lo suficiente a lo largo de su historia) han abierto camino dentro de la comunidad internacional a cuyo parecer Pedro Sánchez se hizo eco: el derecho de Israel a defenderse no se discute, pero tampoco se puede discutir el derecho de los palestinos a existir. No sólo a existir, sino a vivir dignamente y en paz en un estado propio.