En el manicomio por un crimen (1935)
De la crónica de Lladó Figueres (Barcelona, 1910-1996), incluida hoy hace noventa años en el número 1 deÚltima Hora (18-X-1935). Un diario de ERC del modelo híbrido anglosajón informativo-sensacionalista que aquí era inédito. El director Josep M. Massip encargó el diseño a Josep Escuder, formado en Nueva York. Irene Polo era jefe de contenidos. Eran, como Lladó, de la joven generación de periodistas interrumpida por la guerra.
Una mujer pequeña, enchufada, con los ojos mojados, y una joven, con aspecto de haber sufrido mucho a las dos, esperan, con una vecina, en los pasillos del Palacio de Justicia a que un hombre sea llevado ante el Tribunal. Son la madre y la hermana de Salvador Cazorla. Se le acusa de haber asesinado a una criatura de tres meses. Esto sucedió en Terrassa. Era mayo de 1932. Salvador se introdujo en el domicilio de su vecino Manuel Martínez Moya. Había aprovechado un momento en que la casa estaba vacía de gente. La intención que llevaba el procesado era, sin duda, robar. Pero mientras se ajetreaba buscando lo que le convenía, Salvador sintió, de repente, el llanto de una criatura. Se le puso la piel de gallina. "Era una miedo a no sé qué", dijo Salvador. Vaciló unos momentos. Supuso que el infantó, con su llanto, podía delatarlo. Una ventisca de pensamientos atravesó su cabeza. Y el instinto brutal salió vencedor de esta lucha. Salvador entró en la habitación, cogió en brazos al infantó y el degolló. afeitado de dos días ahí lleva cuarenta y un meses de cárcel. contestar, finalmente, con voz imperceptible, dice que no se acuerda de [...] Salvador no está por nada. —Yo cometí el delito. El cometió por miedo. —Miedo, ¿a quién? —pregunta el fiscal [...] Salvador vuelve a callar. No quiere decirnos qué era lo que le daba miedo. El procesado era un hombre normal. Trabajaba como todo el mundo. Sirvió al ejército y obtuvo la categoría de cabo. Estaba cargado de salud; no carecía de energía. Pero, de repente, el hombre se empeña; tiene preocupaciones extrañas; divaga a menudo... Se empeña en que es inútil en la sociedad. Que no es bueno para nada. [...] Sólo ve una solución: desaparecer del mundo. Intenta lanzarse bajo un tren en marcha para evitar –dice– mayores males. Se corre a tiempo. Salvador se indigna: "Cuando alguien tiene deseos de quitarse la vida, nadie le debe estorbar". Acuden los médicos a juicio. Son ampliamente interrogados. Para ellos, Salvador es un esquizofrénico. Pero no lo es de nacimiento, sino sintomático. Categóricamente sostienen la irresponsabilidad absoluta del procesado. El fiscal se dirige al Tribunal: —Retiro la acusación. Pero es necesario que este hombre sea internado en. la sala estirado por los civiles y grita "No quiero moverme de aquí". La madre, desolada, les sigue. Y dice al hijo esposado: "¡Tozúo, tozúo! ¡Cuánto va a haserno pena!"