La maraña territorial de la Generalitat

Tenemos problemas colectivos de todo tipo cada vez más enrevesados, con temas que se solapan y mezclan. Suele ocurrir que las administraciones públicas que deben dar respuesta tienen una división de competencias y de niveles de gobierno que, muchas veces, hace difícil saber quién debe ocuparse de qué. Pero si, además, la administración más relevante en Cataluña utiliza diferentes mapas y divisiones territoriales en cada conselleria, el tema es muy preocupante. En efecto, las diferentes consejerías de la Generalidad de Cataluña operan con divisiones territoriales que no coinciden entre sí. Es cierto que esta falta de homogeneidad responde a las necesidades históricas y logísticas específicas de cada ámbito de gobierno (sanidad, educación, etc.), pero también es cierto que, a medida que los efectos del cambio de época van haciendo, como decíamos, más complicadas las cosas, podría empezar a pasar lo de "la gente tiene problemas, la Generalitat consejerías".

Hace tiempo oíamos hablar de las veguerías como una solución a este ya otros quebraderos de cabeza, pero la sentencia del Tribunal Constitucional del 2010 sobre el Estatut detuvo su desarrollo argumentando que alteraba la división provincial. Pero, al margen de este escollo jurídico, desde el punto de vista político también existen dudas sobre cuál sería el papel de las diputaciones en esta nueva distribución del poder territorial, qué pasaría con las comarcas, qué posibles efectos de recentralización podrían generarse, etc. Pero, quizás más importante que todo esto, lo que cuesta superar es la inercia administrativa y el miedo a los costes de reorganización que tendría avanzar hacia estructuras territoriales comunes para todas las consellerias. Lo que ahora funciona tiene defectos, pero intentar mejorarlo da mucha pereza.

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Todos los años que hemos estado pendientes del Proceso, dedicarse a este tema distraía de los grandes objetivos que se querían conseguir. El Idescat sí ha hecho el cambio y utiliza las veguerías en sus análisis estadísticos, pero el resto de estructuras administrativas de la Generalitat utilizan su propia división territorial. Y todo ello en un mapa en el que tenemos cerca de 1.000 municipios, que quieren mantener su identidad y sus vínculos territoriales y comunitarios pero no tienen la escala ni los recursos necesarios y adecuados para encarar lo que cada día les cae encima.

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Sin embargo, podríamos preguntarnos por qué es importante que los mapas coincidan. A muchos puede parecerles que es un tema pequeño y estrictamente interno, y que poco mejoraría en la capacidad de resolver problemas de las administraciones públicas catalanas. Podríamos también preguntarnos si en este tema Cataluña es una excepción o ocurre más o menos lo mismo en todas partes. Es cierto que en el resto del Estado ocurren cosas similares en las comunidades pluriprovinciales. Y también es cierto que países como Italia o Francia no se alejan demasiado de esa fragmentación. Pero cada vez se pone de relieve más que sólo desde la proximidad se puede encontrar el equilibrio necesario entre la eficiencia técnica especializada (diferentes mapas) y una mejor eficacia en la resolución de problemas mediante una coordinación, planificación y acción integral (un solo mapa). Y basta con mirar a países parecidos a Cataluña en población, como Dinamarca, Suecia, Noruega o Finlandia, que son ejemplos paradigmáticos de cómo una administración territorial homogénea y coordinada facilita la creación de respuestas integrales a los problemas de la gente.

Sin embargo, empieza a haber movimientos ante la obsolescencia de una división territorial que es cada vez menos funcional. Me refiero a lo que propone CAIROS, es decir, el Comisionado de Atención e Investigación Sociosanitarias, que tiene entre sus objetivos crear un modelo de atención integrada que rompa los muros entre salud y servicios sociales. Lo hace impulsando espacios de gobernanza conjunta de las dos consejerías implicadas definiendo nuevos territorios funcionales basados ​​en la población que se quiere atender, e impulsando equipos de atención multidisciplinares de los ámbitos de salud y social que trabajen conjuntamente en un territorio donde la proximidad sea el elemento clave, sin importar si dependen administrativamente de consejerías diferentes. Si esta propuesta logra avanzar, superando barreras administrativas, culturas profesionales distintas y bases de datos no coincidentes, será un reconocimiento implícito de que, mientras no se produzca la gran reforma territorial (que está bloqueada), la mejor estrategia es crear redes de cooperación e integración funcional por encima de las fronteras administrativas y de mapas no coincidentes.