Este jueves, el célebre magistrado Manuel Marchena dejará de ser presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, la Sala de lo Penal, que es la sala más famosa de aquel tribunal porque, por así decirlo, es donde juzgan a los políticos (cuando los juzgan). Deja el cargo no porque él quiera ni para que se lo obliguen, sino sencillamente porque ha llegado al final de su segundo mandato y ahora, por ley, no es posible renovar por un tercero. A veces, la alta magistratura española la respeta incluso la ley.
Marchena ha sido durante estos años no sólo lo que piadosamente se llama "un juez controvertido", o también "un juez estrella", sino la viva imagen de la judicialización de la política. O de la politización de la justicia, uno de los problemas que lastran y corroen a la democracia española de forma más grave. En efecto, el estado de derecho queda gravemente en entredicho cuando la justicia es parcial a favor de unas opciones políticas (haciendo la vista gorda a sus comportamientos delictivos, cuando se producen) y en contra de otras (persiguiendo con falsas acusaciones , falsas instrucciones judiciales y durísimas condenas a sus líderes o partidarios), que son así criminalizadas. El Proceso puso en evidencia esta forma de hacer, y el juicio contra sus líderes, presidido en el 2019 por Manuel Marchena, fue una muestra cruda y descarada.
Es recordado el whatsapp que en el 2018 el entonces senador Ignacio Cosidó envió a un grupo de senadores del PP, diciendo que debían alegrarse que Marchena fuera presidente del Consejo General del Poder Judicial (había sido promovido a este cargo) porque eso les permitía controlar la Sala Segunda "por detrás". Pero el mensaje no decía sólo eso. Cosidó se desahogaba así: “Ha sido una jugada estupenda que he vivido en primera línea. Nos jugábamos las renovaciones futuras de dos tercios del Tribunal Supremo y cientos de nombramientos del poder judicial, vitales para el PP y para el futuro de España”. Más claro, agua.
El escándalo del mensaje de Cosidó forzó a Marchena a renunciar a la presidencia del CGPJ, pero no a la de la Sala Segunda, que ha controlado por detrás, por delante y por los lados, principalmente haciendo obstruccionismo contra el poder legislativo: la ley de amnistía, la del sí es sí, el conflicto catalán, etc. La última noticia de la Sala Segunda ha sido la absolución de Francisco Nicolás Gómez, más conocido como el pequeño Nicolás, un sinvergüenza singular, que curiosamente ha tenido como defensor al joven abogado Manuel Marchena, hijo del juez Manuel Marchena. que se habían convocado: en efecto, le reasignaron una plaza que, lisa y llanamente, no le correspondía.
Todo esto que acabamos de decir no le valdrá a Marchena el repudio ni el ostracismo, sino ser despedido entre aplausos y la habitual retórica babosa de la prensa nacionalista española: “que le ponen no un callejero, una estación de metro”, y cosas así. “Con sumo agrado”, como diría el propio Marchena.