El antropocentrismo será nuestro meteorito
La ganadería es una de las causas principales del caos climático
Estos últimos meses las acciones que grupos de activistas animalistas han realizado en granjas de todo el territorio catalán han generado un intenso debate, tanto en los medios como en las redes sociales. Creo que para hablar sobre este tema antes que nada hay que entender el contexto.
Según la investigación The Biomass distribution on Earth, publicada el año pasado, de todos los mamíferos que hay en la Tierra sólo el 4% son animales salvajes. El 36% somos humanos y el 60% animales criados por la industria ganadera. De las aves, sólo el 30% son salvajes. El 70% son aves criadas por la industria. Estos datos muestran de manera contundente el precio que pagamos por la ganadería: la destrucción de la vida salvaje. Esta industria se apropia de ingentes cantidades de tierra y agua, fomenta la deforestación para alimentar al ganado, y muchos ganaderos cazan la fauna salvaje para que no les moleste. El número de macrogranjas no para de crecer y el nuevo macromatadero de Binéfar tiene capacidad para matar 30.000 cerdos al día. El año 2018 el informe Planeta vivo de WWF alertaba que, desde 1970, las poblaciones de animales vertebrados salvajes han disminuido en un 60%. Estamos desballestando la biosfera.
En segundo lugar, la ganadería es una de las causas principales del caos climático, como muestra la investigación de Poore y Nemecek publicada en Science en 2018. Incluso el penúltimo informe del IPCC, una institución conocida por su prudencia, hace hincapié en un cambio de dieta.
En tercer lugar, si los humanos somos capaces de maltratarnos entre nosotros de las maneras más crueles, intenten imaginar lo que puede suceder en industrias que crían animales con el único objetivo de matarlos. Mientras la administración pública mira hacia otro lado, las organizaciones animalistas llevan décadas investigando y denunciando el maltrato sistemático que sufren los animales criados para ser comidos. Para entender el horror de las granjas, les recomiendo las webs de Igualdad Animal y Tras los Muros.
En cuarto lugar, muchos adolescentes y jóvenes miran atónitos un mundo que se hunde ante sí. La catástrofe ecológica es el problema más grave que ha tenido la humanidad, y los adultos no estamos reaccionando como deberíamos. Estos rescates de animales son una de las maneras con que la gente más joven denuncia la inacción de los adultos, son su forma de decirnos: "Pero ¿no veis lo que estáis haciendo con los animales ?, ¿no veis lo que estáis haciendo con la Tierra? "Una parte de la sociedad demoniza a estos jóvenes, como demonizan a la también vegana Greta Thunberg. Podemos discutir largamente si estos rescates de animales son buena idea, tanto en un sentido ético como político como pragmático. Pero quedarnos en este debate es discutir sobre el mensajero y olvidar el mensaje. En vez de atacar a estos jóvenes animalistas, miremos cómo estamos tratando a las otras especies, pensemos en cómo habitamos este planeta.
Nuestra civilización está inmersa en un proyecto de dominio totalitario de la biosfera, un proyecto enloquecido y autodestructivo que sólo es posible porque la gente está desconectando de la naturaleza, olvidando a las otras especies y reprimiendo la empatía y la compasión. La mayoría de la gente ya no sabe qué es un arrendajo, un agateador, un aguilucho lagunero o un colirrojo tizón, aunque compartimos el hábitat con ellos. En Barcelona nidifican 83 especies de aves, pero mucha gente ni siquiera las percibe: si se extinguen, no notarán la diferencia. Tampoco saben nada de cómo son los cerdos, las vacas, las ovejas o los conejos: desconocen que son animales profundamente inteligentes y con capacidades emocionales sofisticadas, que establecen vínculos sociales y hacen amigos, que tienen memoria, deseos y expectativas, personalidad y historias personales. La industria ganadera les roba sus vidas, les impide realizar sus conductas naturales y los mata mientras gritan y lloran aterrorizados, mientras se defienden y luchan para huir y salvarse. Sufren igual que sufriría un perro. Pero la mayoría de la gente no lo quiere saber, como tampoco quiere saber nada de la extinción de especies o el caos climático. Viven encerrados en la burbuja antropocéntrica y prefieren ignorar lo que pasa fuera. Cuando nuestra civilización colapse dentro de 40 o 50 años, ni siquiera entenderán por qué colapsamos.