El aprendiz de Trump de Badalona

El alcalde de Badalona, Xavier Garcia Albiol, en el instituto B9 de Badalona el 17 de diciembre.
20/12/2025
2 min

En democracia, ¿la obligación del político responsable es atender a las personas con el mismo respeto o jugar a la construcción del enemigo y fomentar la confrontación entre los nuestros y los demás? La imagen del alcalde de Badalona, ​​Xavier García Albiol, en modo macho del patriotismo local (badalonismo, en este caso), presumiendo de haber desalojado a cuatrocientas personas del antiguo Instituto B9, quedará como un icono del fascismo de la insolencia. Una exhibición de una idea excluyente de la ciudad, siempre a partir de la discriminación –los auténticos y los de fuera– y buscando hacer de la inmigración la cabeza de turco de los problemas de todos.

Pese a que por momentos se le escapaba cierto rictus de incomodidad que le delataba, el alcalde, en su declaración oficial, se autoproclamaba orgulloso de la expulsión de cuatrocientas personas del refugio en la que llevaban ya dos años, y se desentendía completamente del destino de todas ellas. Lo volveremos a hacer siempre que sea necesario, estas personas molestan, sus problemas no nos conciernen, simplemente sobran.

No debería sorprendernos, porque Albiol siempre ha vivido de este discurso. Pero pretender gobernar una ciudad como Badalona desde la rotundidad de la exclusión –si no os saléis, ya se lo haréis– no deja de ser una lógica de discriminación que niega el reconocimiento a quienes no entran en su limitada condición de ciudadanos. En Badalona no todos son iguales frente al Ayuntamiento. Y, por tanto, a mucha gente no se le tiene ni el más mínimo respeto, ni la más mínima consideración. Es su problema: que se marchen.

Enviar a la gente de un lugar ocupado a dormir en la calle, prometiendo además que este tipo de personal no volverá, es una irresponsabilidad y un engaño. Y Albiol lo exhibe como un triunfo: que se ocupen otros, yo ya he hecho lo que tenía que hacer y volveré a hacerlo siempre que sea necesario. Así de pequeño es su mundo: no querer ver siquiera los problemas que tienes en casa. Que, por la vía de la negación, no harán más que crecer. El señor alcalde debería saber que todo lo que ocurre en Badalona le concierne. Y la suerte de quienes viven en situación límite también. Son personas tan dignas como las demás. Y no vale hacer como si su irregularidad legal les hiciera indignos de recibir atención. Por mucho que para Albiol no sean nadie, son personas y merecen reconocimiento. Siniestra forma de negar la realidad para vestirse de héroe. Están ahí. Y es suficiente que ha habido personas y organizaciones que intentan ayudar allí donde el poder se niega a actuar si no es para reprimir. Se trata de cumplir la ley, dice Albiol. ¿Así se justifica dejar a la gente en la calle? Algo falla.

Y así vamos construyendo la dinámica que va contaminando las sociedades democráticas. Lo vemos ahora mismo en una Europa que va perdiendo imagen y poder, al tiempo que crecen los discursos del odio y del menosprecio a los perdedores. No podemos encargarnos de todos, primero los nuestros. Miseria y cinismo de un aprendiz de Trump de andar por casa. El triunfo del oro y la insolencia que está acosando a Europa.

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