La mejor nave para viajar / El "ser superior"

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La mejor nave para viajar

El día que los fabricantes de helados se dieron cuenta de que podían venderlos todo el año, como pasaba en los países nórdicos, multiplicaron la facturación. Todos los sectores intentan huir de la estacionalidad. Más por necesidad que por picardía, el negocio editorial hace tiempo que también busca alternativas más allá de Sant Jordi y de la quincena dorada que va desde Navidad hasta Reyes. En nuestro país, el julio acostumbra a ser el tercer pico –dejémoslo en cerro– en cuanto a la venta de libros. Del millón de catalanes que acostumbran a comprar libros, hay muchos que compran la novela (a veces incluso es más de una) que aspiran a leer durante las vacaciones. Hagan o no los deberes, como mínimo han pasado por caja y la cadena del papel –editor, distribución, librería– sale beneficiada. El año pasado, de una manera desesperada porque la pandemia había pillado el Sant Jordi con el confinamiento absoluto y las librerías con la persiana bajada –para recordarnos que la cultura no se considera un bien esencial–, el Gremi montó un sucedáneo el 23 de julio. Lo llamaron Sant Jordi de Verano. Sirvió para tapar algún agujero pero, como fiesta, no tuvo ningún encanto y una repercusión social discreta. En el país de la buena voluntad, donde el sistema de prueba-error parece una estructura de estado, este año el sector lo vuelve a intentar tratando de resolver algunas de las chapuzas de aquella edición de emergencia. Lo han bautizado como Llibrestiu, un nombre feo para una buena idea. De nuevo, sin embargo, la jornada ha pasado de puntillas. La gente vive al margen de este día del libro que se quiere consolidar como cita anual antes de las vacaciones. Demasiadas pretensiones cuando los contagios van que vuelan en Catalunya y es mejor quedarse en casa. Para consolidar algo, siempre hacen falta años y mucha paciencia. Y no rendirse. De momento, en un verano de escapadas difíciles, nos quedamos con el consejo de Emily Dickinson: “Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”.

El "ser superior"

El 26 de enero de 2005, Emilio Butragueño, que entonces era director general deportivo del Real Madrid, soltó, en un coloquio en Alcobendas, una frase que la historia se ha encargado de enmarcar. Dijo, refiriéndose al presidente del club de su corazón: “Florentino es un ser superior”. Y se quedó tan ancho. Quince años después, tenemos la certeza de que no era una exageración. Como mínimo, Florentino Pérez se siente muy por encima de todo el mundo que lo rodea, y todavía más en el ámbito del fútbol. A través de la filtración de una serie de conversaciones privadas que nunca se habrían tenido que reproducir pero que tienen un gran interés deportivo, psicológico y casi antropológico, hemos descubierto que sus hechos y sus pensamientos a menudo no han ido de la mano. De su boca salen, sin filtro, palabras ofensivas hacia los más grandes mitos del madridismo. Raúl y Casillas son las dos grandes estafas, auténticos títeres de sus mujeres. De Cristiano dice que es un imbécil y un enfermo. De Mourinho, un anormal. De Del Bosque dice: "Es la mentira más grande que he visto en la vida”. Al ser superior le da igual todo. Pasa del desprecio al insulto en décimas de segundo. El “subnormal” lo utiliza sin parar. Considera a los futbolistas una pandilla de malcriados, con un ego terrible, pero después les hace la barba de oro. ¿Los periodistas? Los necesita y los catapulta o los degrada a su albedrío. Cancela programas críticos y “mi hombre es el Ferry” (Antonio García Ferreras). Tenía razón Butragueño, ese día en Alcobendas, cuando con su aire místico pero con un power point que creía que lo acercaba a la modernidad explicó por qué Florentino es un ser superior. “Estar cerca de él es una lección diaria. Como todos los que tienen éxito, es una persona persistente. Es un líder y está acostumbrado a mandar”. Y el resto, a obedecer. Si el presidente del Madrid sale de esta, realmente significará que está por encima del bien y del mal, de la decencia y del sentido del honor.

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