En la mesa con Joan B. Culla

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Joan B. Culla en el debate las Justas del Born.

Lo conocí en torno a una mesa, cuando aún no era consciente de la fuerza que algunas tablas pueden tener. Yo asistía puntualmente, discretamente, invitado como joven secretario de la junta directiva del Círculo de Economía. La capacidad de atracción de aquella mesa, donde me sentaba sin hacerme notar, me atrapó.

La mesa que compartíamos con Joan nos reunía el primer lunes de cada mes durante una hora y media, que siempre 'me hizo corta. Fueron sólo tres años. Entre 2016 y 2019. Tiempo suficiente para presenciar algunos momentos de satisfacción compartida por el trabajo realizado. Y aún hubo más, de momentos, de preocupación y angustia por el contexto que se transformaba de forma acelerada e imprevisible. En ese contexto, el saber y el compromiso que rodeaba los cuatro lados de la mesa se hacía adictivo. La voz del profesor Culla brillaba.

La mesa que reúne la junta del Cercle es el legado de otro historiador de referencia, Jaume Vicens Vives. En pleno franquismo, entre Noticia de Cataluña y Industriales y políticos, Vicens se propuso enderezar nuestro país y encararlo hacia el progreso democrático, social y económico. Vicens siempre está presente en la mesa. Desde hace décadas la mesa del Círculo convoca a personas con trayectorias profesionales y posiciones ideológicas muy diversas, pero una voluntad compartida. Sin renunciar a su legítima posición, confrontan argumentos para buscar el punto central que podría unirnos. Todas las voces son necesarias para situar correctamente el palo de pajar. Todas las voces se necesitan unas a otras, aunque cueste, precisamente porque cuesta, para asegurar que la estaca está clavada donde toca. En aquel contexto y en ese momento, la voz del profesor Culla era imprescindible.

Joan era una persona de costumbres y siempre se sentaba en el mismo lugar. Entre los discursos solemnes y seductores de Juanjo López Burniol y la mirada elegante de Jaime Carvajal Hoyos, que también injustamente nos dejó demasiado pronto y que aportaba el ansiado gesto amable de una España a la que le cuesta entenderse con Catalunya. Cuando Jaime hablaba, parecía que el futuro podía ser diferente y que quizá valía la pena intentarlo. Entre estos dos capitanes, Joan, siempre mudado pero de talla más pequeña y con los hombros encogidos, esperaba su turno desde un segundo plano. A medida que el debate avanzaba, se le encendía una llama que no podía esconderse y que se contagiaba. Inquieto, cogía el bolígrafo y anotaba en la libreta. Tomaba notas con convicción mientras levantaba una ceja y se le escapaba una sonrisa socarrona. Cuando finalmente arrancaba su discurso, lleno de autoridad, lo escuchábamos atentamente y nunca dejaba a nadie indiferente.

El debate tranquilo que sobrevolaba la mesa del Círculo permitía discursos ricos en matices. En el caso del profesor Culla, su mirada histórica hacía tomar conciencia de la fuerza y ​​la trascendencia de los eventos, e iba más allá. Tal y como apunta a sus imprescindibles memorias (La historia vivida, Ed. Pórtico), desde el principio consideró que “la junta del Círculo de Economía era una torre de vigilancia privilegiada del nuevo paisaje, pero también se convirtió para mí [él] en una pequeña trinchera desde la que defender las propias ideas”. Una actitud que mantuvo en todo momento. En la junta que se celebró en noviembre de 2017, arrancó su intervención citando a Cándido Nocedal: “Esta modesta minoría que soy yo solo..., para después fijar posición con firmeza. En ese contexto, la voz del profesor Culla nunca perdió el sentido del humor y fue valiente. Tal como subraya también en sus memorias, “en honor al Círculo y de los compañeros de junta, mis [sus] tesis fueron escuchadas con un respeto exquisito, y en conjunto el pluralismo, el talante casi británico de la entidad, resistió la prueba más difícil a la que había sido sometido desde 1958”.

El profesor Culla sabía que la historia no está escrita. Pero la historia sólo la pueden escribir personas brillantes, que saben encontrar el ángulo imprescindible para entender cada momento y que saben expresarlo con respeto y valentía. Personas como Juan.

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