El milagro de Enciclopèdia Catalana

Estos días he recordado el gran evento que suponía, a finales de los sesenta ya principios de los setenta, recibir en casa los fascículos de la Gran Enciclopedia Catalana. Mis padres, que eran maestros, fueron una de las muchas familias catalanas que compraron esa colección. De los fascículos se pasaría a aquellos característicos volúmenes de color verde oscuro que lucirían en las estanterías de muchos hogares y de muchas escuelas. Se acabaron vendiendo doscientas mil colecciones. Un auténtico milagro.

Tras el genocidio cultural que supuso el franquismo, el país necesitaba poder acceder a todas las ramas del saber en catalán y era necesaria una obra que asentara los cimientos de la cultura nacional. Aprovechando las pequeñas rendijas que iba dejando la dictadura, un grupo de personas, procedentes de diferentes ramas del catalanismo, se unieron en la aventura de la Gran Enciclopedia Catalana más en clave de resistencia y de construcción nacional que pensando en la viabilidad financiera.

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En concreto, la idea de elaborar la Gran Enciclopedia Catalana la tuvo en 1964 Enric Lluch, que entonces trabajaba en la editorial Planeta, pero el gran impulsor del proyecto fue Max Cahner. Y el dinero lo acabó asegurando la Banca Catalana de Jordi Pujol.

Inicialmente se habían planteado algo bastante menos ambicioso, como era la traducción de una parte de la enciclopedia italiana Garzanti, sobre todo todas aquellas entradas de temáticas más universales, y complementarla con las propias especificidades catalanas, utilizando de base el Diccionario de Pompeu Fabra de 1932. Pero enseguida se vio que, si se quería una obra a la altura de los grandes países europeos, para demostrar que también se podía hacer ciencia en catalán, deberían destinarse muchas más personas y muchos más recursos. Y que no saldrían tres volúmenes, sino varios más.

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Las dimensiones faraónicas que acabó adquiriendo ese proyecto editorial, con una plantilla de un centenar de trabajadores, comportaron tensiones continuadas entre los financiadores –el catalanismo burgués– y buena parte de los redactores y su primer director, Jordi Carbonell –procedentes , mayoritariamente, del catalanismo de izquierdas–. Uno de los principales retos con los que se encontraron fue que, tras la aparente asepsia de cada entrada enciclopédica, debía consensuarse el relato con el que se estaba contando el país.

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Al final, y después de unos esfuerzos colectivos ingentes, con un primer volumen editado por Edicions 62, la obra salió adelante y salieron a la luz un total de quince volúmenes (más dos suplementos). Un milagro.

Si estos días he estado pensando en todo esto es a raíz de las preocupantes noticias sobre la delicada situación económica de la Fundació Enciclopèdia Catalana y la posibilidad, nada remota, de que el grupo impulsor de la obra magna acabe quebrando debido a la acumulación de deudas.

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Espero que aún no sea demasiado tarde y que la continuación de este proyecto tan primordial para nuestra historia reciente no acabe de la peor manera. Es necesario que, desde todas las esferas, se encuentre una solución viable para que un proyecto en mayúsculas como éste no pase a manos de alguna empresa sin arraigo en nuestra casa y, consecuentemente, sin ninguna sensibilidad sobre lo que Enciclopèdia Catalana ha representado y sobre la nación que ha ayudado a recuperar. Hablamos de una editorial que no sólo ha sido clave para explicar una idea de país, los Països Catalans; también ha sido una herramienta imprescindible para la reconstrucción nacional de la dictadura. Por desgracia, no sería la primera vez que una institución sin la que es imposible entender la segunda mitad del siglo XX catalán termina en manos de un mercantilismo que no hace justicia al esfuerzo que hicieron tantos hombres y mujeres en los momentos y las circunstancias más difíciles.

Es necesario un esfuerzo colectivo, económico y social, sí, pero también político e institucional, para asegurar que todo el legado de Enciclopedia no se estropee ni quede diluido dentro de empresas con nula conciencia nacional. Un esfuerzo que garantice la continuidad, aunque sea en otras manos, de los anhelos de los fundadores de uno de los proyectos más ambiciosos y exitosos –a pesar de todas las vicisitudes– de aquella Catalunya que sobrevivió durante la larga noche del franquismo.- _BK_COD_

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