El muñeco de Junqueras

1. Viernes, 24 de mayo de 2019. En Sant Vicenç dels Horts, bajo la vía del tren, aparece un muñeco estrafeto, con una foto de Oriol Junqueras en la cara. Lo han colgado con un cordel, en la barandilla. Es la soga de la muerte. Encima del cuerpo, envuelto en ropa blanca, han escrito, con letras negras, las siglas del partido: ERC. Para remachar el mensaje, debajo del mismo puente, han hecho una pintada de spray en la pared. “Junqueras pudrete en la preso”. La indignación, en Cataluña, es grande. Aquella mañana, las radios van llenas. De los primeros en reaccionar, para variar, Gabriel Rufián en Twitter. Siempre con el dedo listo, el diputado escribe también en castellano: “Así ha aderezado una de las calles del pueblo de Oriol Junqueras. Calles por las que sus hijos pasan cada día para ir al colegio. Lo pongo al menos aquí porque igual se las olvida contártelo y si fueran otros te lo pondrían hasta en el teletexto”.

2. Las televisiones españolas, ciertamente, lo pasaron por alto. Aquí se dijo pero no se hizo plato. Miro en las hemerotecas digitales lo que decían los medios y los políticos al día siguiente de esa gamberrada con delito de odio incorporado. La condena era clara, incluso por parte de muchos a los que el independentismo les hacía urticaria. Sin embargo, a efectos policiales no pasó nada. Una investigación en vía muerta mientras Junqueras seguía cumpliendo los trece años de pena de prisión. Qué diferencia cuando el muñeco que cuelga de la soga es Vinícius, jugador del Real Madrid. En cinco meses, se detuvieron a cuatro aficionados del Atlético.

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3. Después de que el ARA destapara que el cartel edadista contra los achaques de vejez de los hermanos Maragall estaba hecho por el mismo partido, la deducción no tardó en llegar. El muñeco contra Junqueras también había salido del partido, con el mismo propósito: victimizar a ERC y culpar a los adversarios políticos. Buscar el voto de la compasión y señalar a los malévolos partidos rivales. Cuando se ha sabido que estas dos acciones tan inhumanas en propia puerta buscaban réditos electorales, todo se ha ido por el pedregal. Porque una cosa, muy grave, es pasar de 32 a 20 diputados en el Parlament, pero la otra es, además, perder la decencia, la dignidad, haber pretendido engañar a todos y haber decepcionado a muchos votantes de buena fe. Quien estaba a cuento de esas acciones y quién no es la clave. Pero, sobre todo, es necesario descubrir quién mandó hacerlo.

4. Ahora, más de cuatro años después de los hechos, a cuarenta días del decisivo congreso de Esquerra, Xavier Vendrell, un histórico del partido, va a Catalunya Ràdio y tira la piedra: “El día que se sepa quién colgó el muñeco de Junqueras se tambalearán algunas cosas en ERC”. Ernest Maragall, afectado por el caso del póster y por la forma en que el junquerismo le hizo la cama al Ayuntamiento, se va a RAC1, tira una segunda piedra y también esconde la mano sobre la autoría del muñeco: “L origen no es Calabria [la sede del partido], el origen es Sant Vicenç dels Horts”. Maite Aymerich, ex alcaldesa de la población, niega que la acción del muñeco se originara en su municipio ni en el entorno de Junqueras. Pero Aymerich también dice que sabe quién está detrás y afirma: “Cuando tenga pruebas las aportaré”. A ver, ¿todo el mundo lo sabe y nadie lo dice? Qué pandilla.

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5. Mientras tanto va creciendo lo que la puntiaguda Empar Moliner ha bautizado, acertadamente, como Esquerda Republicana. Para empezar la reconstrucción de un partido histórico es necesario que los militantes lleguen al congreso habiendo aclarado todos estos episodios de la estructura B, que llaman de “falsa bandera”, por no decirlo por su nombre: unas prácticas intolerables y asquerosas , que hacen caer la cara de vergüenza. Para poder hacer caché y limpio, antes es necesario saber la verdad y escatir las responsabilidades precisas de aquellos hechos. Peti quien pete. Como me dijo un militante histórico: “Se sabriano todo?” Me temo que no.