Muros que no acaban de caer

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Un niño mira por un agujero, en el muro de Berlín / FABRIZIO BENSCH / REUTERS

Sin ningún miramiento, sin dolor, sin respeto,

me han construido en el entorno grandes y altas murallas.

Y me estoy ahora aquí y me desespero.

No pienso en nada más: esta suerte me devora el pensamiento,

porque tenía tantas cosas que hacer, allá fuera.

Ah, cuando construían los muros, ¡cómo no hice atención!

Pero nunca oí el rumor o la voz de quienes los construían;- _BK_COD_ sin yo darme cuenta me encerraron lejos del mundo.

Kavafis

Cuando hace 28 años de la caída del Muro de Berlín, resuenan todos los demás muros del mundo. Los visibles, que son muchos, y los invisibles, aún más. Los muros pretenden proteger o defender. Nos pasamos la vida intentando derribarlos y construyendo otros nuevos. Siempre son mucho menos sólidos de lo que pensamos porque en cuanto se levanta un muro empiezan a detectarse las primeras rendijas. No hay muros sin grietas. Los muros que se construyen para evitar el derecho que toda persona tiene de circular libremente y elegir su residencia, no frenan a las personas a la hora de atravesar fronteras, por mucho que se jueguen la vida y nadie defienda sus derechos . Los muros que se levantan para generar una sensación de seguridad alcanzan el efecto contrario. Más aún cuando los muros los forman personas armadas dispuestas a disparar. No se intenta hacer un mundo más seguro, sólo se generan controles de seguridad excesivos para ganar mucho dinero. Muchísimos. Los ricos del mundo lo son cada vez más. Hemos vuelto a leer unas listas que en realidad son muros. Obscenos. La riqueza vive entre muros, literal y simbólicamente. Los barrios marcan visiblemente las diferencias sociales, que son una de las principales causas para levantar el resto de muros. Las rentas más altas se pueden mover libremente, vengan de donde vengan. El dinero no es racista. Por lo general.

El muro del patriarcado se resiste a caer. Vamos sacando algunas piedras, abriendo algunas rendijas, haciendo algún agujero, pero los cimientos de este muro están suficientemente arraigados y los mantiene todavía demasiada gente para tumbarlos y construir un mundo nuevo sin ese muro. Nos topamos cada dos por tres. La resolución de conflictos a través de la violencia es una muestra clarísima. Nada se resuelve, deja el mundo lleno de heridas abiertas pero se persiste en justificarla como la única salida posible. Existen infinidad de ejemplos que nos hacen la vida mucho más injusta e injustificable. Es un muro especialmente doloroso, que no podemos dejar de ver ni de chocar con él. Nos pesa más a las mujeres por razones obvias, pero pesa a los hombres aunque se sientan más protegidos en este muro persistente y detestable.

También topamos y nos golpeamos sin alternativas contra los muros tecnológicos. Nos ha tocado ser los conejitos de Indias de un mundo que va muy rápido y se nos escapa. Sin una ética analógica terminada nos apresuran a resolver la digital a toda marcha. La tecnología nos libera y, al mismo tiempo, levanta muros y conflictos que no esperábamos ver crecer. No podemos bajar la guardia. No podemos dormirnos. Descansar. Relajarnos.

La caída del Muro de Berlín supuso una época de esperanza para quienes le veíamos desde fuera. Para muchos de los habitantes de la Alemania del Este no fue así. Tuvieron que adaptarse a otro sistema, el capitalista, que, como sabemos, no está exento de muros. Al contrario. Pero aún así la gente corrió a buscar un pedazo de estas piedras por todo lo que representaban. Terminó una era. Y terminaron las piedras del verdadero Muro de Berlín. Pero todavía se venden. De falsas. Porque necesitamos construir símbolos de muros que caen. Aunque, haciéndolo, levantamos nuevos.

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