Oímos en las noticias declaraciones de un representante del sector de las autocaravanas: protesta fuertemente de que se quiera regular su actividad con el propósito de combatir la saturación turística, porque, asegura, el turismo de autocaravanas apenas representa un 5% del total de turistas que se mueven en Catalunya (la noticia se refiere a Catalunya), y que, por lo tanto, a ver qué saturación representa esto.
Es el patrón de “nosotros no hemos sido”, o también “a nosotros qué nos cuentan”, frecuente cuando se habla de medidas para intentar detener el crecimiento turístico desenfrenado y los efectos que lleva aparejados, ya conocidos: masificación, degradación del paisaje natural y urbano, aumento de la desigualdad entre los más ricos y más pobres de la sociedad, especulación territorial y urbanística, encarecimiento de la vivienda, deterioro del mercado laboral, abandono escolar prematuro. Es una cadena de causas y consecuencias que acaba formando el círculo vicioso de un modelo económico basado en el dinero fácil y la consagración del ocio como mercancía.
De todos estos problemas, el que se presenta como más acuciante (porque lo notamos de forma quizás más directa) es el de la masificación y la saturación, dos fenómenos prácticamente sinónimos, o que van directamente unidos. Lo curioso es que todo el mundo lo nota, pero nadie tiene responsabilidad alguna. En la masificación, o saturación, ya hemos visto que no tienen que ver las autocaravanas. Las empresas de cruceros también niegan que su actividad represente ninguna incidencia relevante en ciudades como Palma o Barcelona, que no paran de recibir desembarcos con miles de clientes suyos. No masifica el turismo de montaña, ni el turismo deportivo, ni el turismo cultural, ni siquiera el turismo de sol y playa, porque –oficialmente, al menos– los principales impulsores de estas diferentes modalidades de turismo están en contra de la masificación. No masifica ni siquiera la Copa América, porque es una actividad elitista y el elitismo ya se sabe que no ensucia. Recuerden, si no lo creen, la imagen de los distinguidos invitados al desfile en el Parc Güell de Louis Vuitton, patrocinador de la Copa América, enseñando sus culos elegantes en los toscos manifestantes que protestaban contra la venta de la ciudad como “escenario de eventos”, el pasado mes de mayo.
Incluso Exceltur (la alianza que agrupa a las treinta empresas más importantes del sector turístico) se declara en contra de la masificación y la saturación, y así lo ha dicho repetidas veces su presidente, Gabriel Escarrer. Como curiosidad, Exceltur se presenta como "asociación sin ánimo de lucro", aunque presume de representar treinta mil millones de euros en volumen de negocio, así como doscientos veinte mil empleados directos, con inversiones también directas a cuarenta países, y actividades comerciales a ciento setenta y cinco. Pero la asociación no tiene ánimo de lucro, y ve con malos ojos el turismo de masas. Nadie masifica, básicamente porque nadie cree ya necesario que las palabras signifiquen nada.