Navidad en todas partes

En una boca del metro de la ronda San Pedro, una anciana, delgada y arrugada se acurruca al abrigo de la corriente de aire, en el rincón de una escalera, con un vaso de cartón delante. No tiene ánimo, ni probablemente conocimiento de lenguas para pedir caridad. Se sienta allí, muda, diciendo muchas cosas. ¿Dónde vivirá? ¿Cuál ha sido su vida hasta llegar aquí?

Una veintena de chicos jóvenes, subsaharianos, altos y fuertes, descansan de las correderas del gato y el ratón en los bancos del andén, con los fardos blancos de «top manta» cargados de bolsos e imitaciones de camisetas del Barça. hay un par vigilan a los vigilantes y los demás tienen la mirada perdida en el móvil, con pinta de haber perdido muchas más cosas. a partir de ahora?

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Desde mi mesa en el ARA he visto durante todo el año a decenas y decenas de personas que vienen a dormir bajo el cajón que hace una fachada, en la calle. Ahora, desde hace unos días, alguien ha juntado una madera y una valla de obras, las ha cubierto con una manta y lo ha convertido en su cabaña. Me parece ver que guarda un patinete eléctrico. No sé qué cara tiene.

El fotoperiodista Gervasio Sánchez me envía una foto que podría ser de la Virgen María con Jesús recién nacido. Ve a una mujer que sostiene a su hijito contra el pecho. Parece que le mire amorosamente, pero solo lo parece, porque Mónica Paola Ardila, de 28 años, es ciega. Perdió la vista y dos falanges de la mano derecha a los siete años, cuando le explotó una mina antipersona. Lo explicó Mònica Bernabé en el ARA hace un año. Me dice Gervasio: "Siempre que piense en las guerras no olvide que son un gran negocio en el que participan nuestros gobernantes favoritos, del color que sea, empresarios y banqueros. En realidad, participamos todos porque nuestra pasividad les permite actuar con gran indecencia.