“No concurséis, no floreéis...”

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“No concursáis, no floreáis...”

Los negociadores se esfuerzan en decir que “el clima es bueno” mientras el ambiente social y la confianza económica es espesa como la niebla en los días buenos, y en los malos es la tormenta de viento que precede el huracán del final de los ERTO.

Después de una relación de desconfianza entre los socios de coalición de gobierno durante los últimos tres años, las elecciones catalanas han dejado un escenario de negociaciones extraordinariamente complicado si no se quiere acabar reeditando un gobierno dividido, contradictorio y en permanente competencia como el anterior. Es decir, una pesadilla en un cruce de cambio histórico que no solo nos afecta a nosotros y a nuestro ombligo sino a Europa y al mundo.

En Catalunya las elecciones han cambiado el peso de la responsabilidad de liderar y Pere Aragonès hará bien de ver cuanto antes mejor que son él y los suyos los que tendrán que tejer complicidades, pero que tendrán que gobernar y no inhibirse en los momentos clave por más delicados y más impopulares que sean.

Una vez más la CUP tiene la capacidad de hacer de king maker y le toca a ERC decidir hasta dónde está dispuesta a ser devorada por los maximalistas. La CUP no engaña y puede inspirar políticas sociales más que aceptables si hay presupuestos, pero no parece un compañero de viaje fácil ni recomendable para un gobierno que se tendrá que centrar en la reconstrucción económica de un país forjado básicamente por pequeñas y medianas empresas con sus trabajadores y un ejército de autónomos.

Cuando falta una semana para constituir el Parlament, ERC pide “generosidad” y mantiene la estrategia de ponerse en medio del tablero abriendo negociaciones con la CUP, Junts y En Comú Podem simultáneamente. Unos y otros consideran que “el clima es muy diferente que en otros momentos” y que se avanza en la confianza, pero todos saben que obligarán a ERC a elegir y que no le pondrán fácil la geometría variable. De hecho, en Junts se dice que “la vía amplia la tendrán que ir cerrando” y no hacen acuse de recibo de la posibilidad que la CUP presida el Parlament, avanzándose a unos días de presión.

Las decisiones sobre el papel de los anticapitalistas en el Parlament precederán la negociación del gobierno con Junts, hoy centrada en explorar “una estrategia común” en temas relativos a cómo hacer frente a futuras actuaciones judiciales y al funcionamiento de la potencial mesa de negociación, y a la expectativa de si los acuerdos con la CUP hacen subir su precio negociador.

Si la investidura de Carles Puigdemont en 2016 pasó por decapitar a Artur Mas, y la de Quim Torra llegó 144 días después de las elecciones, esta vez tampoco pinta fácil.

El clima será formalmente bueno entre los negociadores, y de hecho es más discreto, pero en la sociedad hay desconcierto y miedo al futuro y no hay tiempo para perder. Catalunya no se puede permitir una repetición electoral y la prioridad es un gobierno que actúe.

Los déficits democráticos que tiene el Estado son evidentes y, por más profunda que se vaya haciendo la distancia con la monarquía, hace falta un gobierno que lidere y actúe desacomplejadamente. La Generalitat tiene que reaparecer como un actor ahí donde se tomen decisiones sobre Catalunya y no se puede borrar ni de las decisiones industriales críticas para el futuro del país ni de las financieras, como ha pasado en los últimos años, cuando el presidente de la Generalitat se enteró por los medios de la operación bancaria más grande de la historia del país.

La proa se tiene que poner en los fondos europeos y vigilar las advertencias del Consejo de Estado sobre la necesidad de mejorar auditorías y controles. Ser, acompañar la economía catalana -exportadora y que va más allá de las grandes del Íbex-, denunciar, actuar parlamentariamente. No hacerlo será pavimentar el camino a la victoria de un PSC que no dudará en capitalizar los fondos europeos para imponerse electoralmente a tres años ver.

No floreéis

El azar, que había desaparecido con el covid, reaparece mágicamente en una conversación improvisada con Vicenç Altaió, que recuerda una frase de uno de los gigantes de la cultura catalana. Recuerda cuando J.V. Foix dijo a un grupo de poetas que le escuchaban con devoción: No concurseu, no floregeu, no acontenteu les tietes (“No concurséis, no floreéis, no contentéis a las tías”).

Pues esto, la construcción del futuro requiere valentía y solvencia, arriesgar y no aceptar la mediocridad sino pensar y actuar en treinta años ver. El diagnóstico hace años que está hecho. Hace falta que un gobierno se atreva a repensar el país y lo saque de la depresión colaborando con los mejores. Un gobierno que no concurse, no pacte con la mediocridad, que no pierda el norte para ser popular sino transformador. “No concurséis, no floreéis, no contentéis a las tías”, como diría J.V. Foix.

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