No llores, por favor...
Niña, como te crecen, no han pasado ni tres semanas y ya vuelves a tener la raíz blanca, han sido tres semanas, ¿no? Es que la otra vez no te atendí yo, estaba... Ay, tía, cosas de psicólogo, nada. El niño. Sí, el niño acude al psicólogo, pero yo también. No me hace caso, dice que quiere volver a China, que aquí él no está feliz. Me paso el día llorando, tía. ¿Qué? Cinco, cinco añitos cuando lo dejé. Con las abuelas, sí. Y ahora me dice que la comida de las abuelas sí le gusta, que la mía no, que yo no hago nada bien, y que quiere volver con las abuelas. Lloro ahora y lloraba antes. Que no me vean, que no me vea la encargada o me la cargo... Sí. Yo lo primero que hice cuando vine fue aprender catalán, castellano... Él no quiere. Dice que no. Que quiere irse. Ay, tía... Perdona.
Lo dejé con cinco añitos allí y fue todo el viaje llorando y cada día llorando y el único esfuerzo que hacía era por no llorar. ¿Sabes cuándo te dicen que ninguna dieta funciona? Pues me adelgacé diez kilos, no me entraba nada. No rías... Te pongo el color de siempre, ¿eh? Cómo te crecen, tía. Y ahorré, ahorré, todo para hacerle venir. Y ahora… Ahora con catorce años me dice que le he destrozado la vida, que no quiere nada de aquí, ni de mí, y de nuevo a llorar, tía. Que quiere volverse, que le haga ese favor, que quiere las abuelas, que a mí no me quiere. Y tú ya lo sabes que yo no quería dejarlo, que era mi vida, pero que si no nos moríamos de hambre, que he ido enviando todo el dinero a las abuelas. Cómo lloré cuando lo dejé. Y él también lloró. Y ahora él no llora pero yo sí, porque no me conoce, quiere verme muerta, soy su torturadora. Tía, no llores, por favor. Cómo te crecen las raíces, es alucinante cómo te crecen.