No perdamos las malas costumbres

La tradición, entendida según la acepción de la costumbre que prevalece de generación en generación, es fácil o difícil de mantener en función de la voluntad de la generación. Hay tradiciones, mucho trabajo artesanal, por ejemplo, que desgraciadamente se van perdiendo a pesar de los esfuerzos individuales de resistencia y del poco valor que se le otorga, y en cambio tradiciones más festivas y populares se mantienen con fuerza gracias a un amplio apoyo colectivo. El caso de la negativa por parte del público a perder Mi abuelo del repertorio de la cantada de habaneras demostró cómo cuesta cambiar lo que ya se considera un orden natural de las cosas, más que una tradición. Esto y que es verano, época tradicional en la que faltan temas por debatir y, entre tú y yo, qué pereza tener que hablar ahora de prostitución y de colonialismo. Que sólo queme el ron, pues.

Siguiendo con las tradiciones veraniegas y ardientes, se hace muy inaguantable sentir cómo se recuerda, con cada incendio, que las llamas se evitan en invierno, para después ver, en invierno, cómo se maltrata el campo y se ahoga el campesinado. Y el olvido de nuestra tierra del sur. La vemos inundarse o quemarse. Como si no tuviera voz propia fuera de las desgracias. Es insoportable asistir a los desfiles institucionales con las caras de circunstancias pertinentes y después ver cómo las personas que se dedican a la pasto son vistas como unas excéntricas y no como quien tiene cuidado de nuestro entorno y de una naturaleza que se ha convertido en un paisaje de fin de semana. proponer señores (y sí, alguna señora) de la guerra en el Nobel de la Paz. Un clásico. La tradición se mantiene y se dobla la apuesta delirante en una escena distópica en la que un genocida propone a un tirano como candidato ideal, mientras el candidato, que no se pone rojo porque es naranja, piensa que, efectivamente, es la persona adecuada, sin despeinarse porque ya viene despeinado de casa. Tras defender la paz, el candidato muestra sus competencias presidenciales felicitando a su homólogo de Liberia por su inglés perfecto y preguntándole directamente dónde le ha aprendido a hablar tan bien. El presidente del país africano responde que en su casa, porque el candidato a Nobel de la paz no sabe que el inglés es el idioma oficial de Liberia. Pero no hablemos de colonialismo. Que sólo quema el ron.

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Quien también domina idiomas y defiende tradiciones despreciables son los que deciden que la expulsión masiva de migrantes es una buena idea porque los de ahí tienen "el derecho a sobrevivir como pueblo". Buenísima la tradición de sobrevivir como pueblo a base de someter a los demás pueblos. Lástima que sea copiada. Y lástima que también aparezca seguidamente la tradición de corregir y afinar la puntería para decir que sólo quieren echar a los que vienen a delinquir, que entiendo que son los que no les dejan "sobrevivir como pueblo", aunque los mismos del pueblo sean también unos delincuentes, algunos más confesos que otros siente una y de allí siente. Porque los de aquí delinquen tradicionalmente mientras que los de allí imponen una delincuencia con sus costumbres, sin integrarse. Y ya os he dicho que no hablaremos de colonialismo porque sólo arde el ron. Y un poco el país también. Pero cantando todo ocurre mejor. Y mi abuelo sólo fue a la guerra. La de aquí.