Un odio antiguo
Jornada política, la del jueves, centrada en el ingreso en prisión de Ábalos y Koldo, y en la investidura de Pérez Llorca como presidente de la Generalitat Valenciana. Dicho de otro modo, en las desventuras judiciales de dos bandarres (con Ábalos ofreciendo ya el espectáculo de darse la vuelta contra los suyos si eso le debe proporcionar algún posible beneficio penal) y en la colocación al frente del Consejo valenciano de un hombre de paja con el guión escrito: continuidad respecto de la etapa Maag las submisión medioambientales, contra el feminismo y contra la lengua y la cultura catalanas. Pérez Llorca ha exhibido el frío cinismo de prometer que, de ser investido, pedirá perdón a las víctimas de la dana. Como secretario general del PP valenciano desde el 2023 —y, por tanto, número dos del comité ejecutivo autonómico, sólo por detrás del hasta ahora presidente Mazón—, Pérez Llorca podría haber empezado pidiendo perdón desde el mismo día de la dana, pero nunca lo hizo. Disculparse tarde y mal, sólo para conseguir algo, es peor que no disculparse en modo alguno: eso lo sabe cualquier niño de primaria, pero todavía es pedir demasiado a según qué personajes de la vida pública española. Enfrente, como jugosa zanahoria, el Plan Adelante de reconstrucción de la Comunidad Valenciana, con una dotación de 29.000 millones de euros.
El interés político de Ábalos y Koldo se reduce al calibre que puedan ofrecer como munición por disparar contra Pedro Sánchez. Derribar a Pedro Sánchez es la única, obsesiva actividad a la que se dedican el PP y sus terminales judiciales, policiales, empresariales y periodísticas, hasta ahora con un nivel de acierto desigual. El PP ha pasado del "Todo es ETA" al "Todo es Sánchez", lo que les ha llevado a construir un discurso de odio tan furibundo como estéril, tan delirante como divisivo y crispador, en el que el mínimo decoro institucional hace mucho tiempo que se desmenuzó.
En este contexto, Ábalos, de momento, les ha servido para construir lo que tiene todo el aspecto de ser una nueva bola: la de la supuesta reunión "en un caserío" entre Sánchez, Cerdán y Otegi para llevar adelante la moción de censura que derribó a Rajoy, en el 2018. Al formular esta "acusación", Feijóo olvida que Bildu es un partido legal —y sin ningún caso de corrupción—, con el que se puede reunir a quien quiera con la cara bien alta y sin necesidad de esconderse, Feno. tilda a Otegi de "terrorista": lo que fue Otegi, si acaso, es un preso político que se comió seis años de cárcel por una condena construida sobre acusaciones y pruebas falsas. Pero Feijóo delata de donde viene buena parte del odio guerracivilista contra Sánchez. sólo han entendido que aquella moción de censura no prosperó dentro de ninguna caserío, sino por el improbable entendimiento entre una multitud de fuerzas y culturas políticas que reaccionaban contra un gobierno instalado en la corrupción y los abusos de poder.