¿Quién paga la factura de la transición ecológica?

Planta de reciclaje de plásticos de Gavà-Viladecans.
20/06/2025
Doctora en Psicologia Social
3 min

La transición ecológica parece generar cada vez menos entusiasmo entre la clase trabajadora, hasta el punto de que el "negacionismo climático" no deja de crecer, de la mano de la extrema derecha. En un artículo valiente, el periodista. Joan Burdeos hablaba directamente del fracaso de la izquierda para liderar en positivo esa lucha. Es paradójico que, siendo las personas pobres y trabajadoras de la escala básica quien más sufre las consecuencias del cambio climático, sean éstas las que le están dando la espalda. Si no abordamos las causas de esa desafección, será difícil revertirla.

En los barrios pobres suele haber más contaminación, la pobreza energética impacta sobre la salud, se come peor y menos sano, y cuesta más acceder a buenos servicios de salud. Entonces, ¿por qué no se abraza la transición ecológica con entusiasmo? No podemos caer al pensar que es una cuestión de falta de valores o conciencia, sino que es necesario analizar la combinación de factores socioeconómicos, psicológicos y contextuales que reducen las opciones y la capacidad de acción.

Existen una serie de limitaciones económicas, dado que las opciones sostenibles a menudo implican un mayor coste inicial (como electrodomésticos eficientes, vehículos eléctricos o alimentos ecológicos). La clase trabajadora, con menor margen económico, tiene mayores dificultades para acceder a ella, aunque a largo plazo puedan suponer un ahorro. Pero cuando el día a día es una lucha por sobrevivir, los largos plazos no son un incentivo. Además, el entorno resulta clave porque vivir en barrios con menos servicios o con carencia de infraestructuras verdes complica adoptar hábitos como el reciclaje o la movilidad sostenible.

Pero también debe valorarse que la percepción de sacrificio juega un papel central en la disposición de la clase trabajadora a aceptar cambios ecológicos.

Cuando las medidas ecológicas implican cambios que pueden suponer una pérdida de confort, un aumento de costes o más esfuerzo (por ejemplo, pagar más por energía verde, modificar hábitos de consumo o invertir tiempo en reciclaje), mucha gente puede percibir estas acciones como un sacrificio adicional a una situación ya precaria Si se percibe que el esfuerzo recae principalmente sobre los sectores más facilidad o incluso beneficiarse de las políticas verdes, se genera una sensación de injusticia. Esto provoca resistencia o desafección, ya que se vive la transición ecológica como una carga desigual.

Un ejemplo lo tenemos en la cultura del reciclaje, uno de los pilares de la transición ecológica. En los barrios más pobres crece la dificultad de instaurar sistemas de reciclaje como lo lleva a puerta, sin duda porque sus condiciones (horarios de trabajo, ausencia de cuidadores en el hogar, etc.) lo dificultan. En Barcelona, ​​la recogida selectiva de basura ha tenido éxito en lugares con baja densidad poblacional y viviendas unifamiliares o bloques pequeños (como Sarrià, Tres Torres o Vallvidrera), con una renta per cápita muy por encima de la media de la ciudad. Menos exitoso ha estado en barrios densamente poblados, con estructuras verticales de vivienda, sin espacio para la gestión interna de residuos, con horarios difíciles de combinar con el trabajo y con población diversa y flotante, es decir, los barrios de clase trabajadora.

Cuando la supervivencia o el bienestar inmediato son la principal preocupación, cualquier cambio que se perciba como un sacrificio puede ser visto como una amenaza. Esto hace que la transición ecológica se considere menos urgente o relevante respecto a otras necesidades básicas.

Es por todo ello que la percepción de sacrificio puede convertirse en una importante barrera psicológica para la aceptación de medidas ecológicas, especialmente si éstas no van acompañadas de un reparto justo de los esfuerzos y de medidas compensatorias que tengan en cuenta la realidad de aquellos con menos recursos.

Por último, la falta de espacios de participación real y de apoderamiento colectivo hace que mucha gente piense que la transición ecológica no responde a sus necesidades, sino que se impone desde arriba sin tener en cuenta su realidad. Quizás no estaría de más recordar a los partidos políticos de izquierdas que ha sido la defensa y la articulación de la clase trabajadora la que ha logrado algunos de los logros más relevantes del estado del bienestar en Europa.

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