Pan, lengua y simpatía

En el debate de candidatos de TV3 y Catalunya Ràdio hubo un blog dedicado a la lengua y la cultura, una novedad que hay que aplaudir porque eran temas que una y otra vez se trataban de forma marginal, si era que llegaban a tratarse. Eso sí, ahora que existe el blog, sería óptimo que los candidatos, y las personas que les ayuden a preparar los debates, procuraran llevar alguna aportación. Se constató la existencia de un consenso bastante amplio en dar por bueno que el porcentaje de los presupuestos de la Generalitat dedicados a Cultura debe alcanzar el 2%: nuevamente un hecho que celebramos, aunque faltaría el detalle de que los presupuestos sean aprobados. Los que tenía preparados el gobierno de Pere Aragonès no llegaban todavía al 2% en Cultura, pero se iban acercando. Los mismos grupos que están de acuerdo en que esto está muy bien hicieron imposible la aprobación de los presupuestos sin necesidad de hacerlo, ya continuación el propio presidente Aragonés convocó elecciones sin que tampoco fuera necesario realmente convocarlas. Todo muy bien.

En materia de lengua, a mi buen amigo Alejandro Fernández, feliz en el papel de pepero gracioso, que cultiva con éxito de crítica y público, le faltó tiempo para sacar la idea de que lo que hace falta al catalán es ser presentado como una lengua simpática. El argumento es simplemente absurdo, porque las políticas (lingüísticas, urbanísticas, sanitarias: da igual) no se diseñan ni se deciden nunca con ningún criterio que tenga que ver con la simpatía. Quienes proponen que el catalán sea simpático nunca proponen lo mismo, curiosamente, para el castellano, que parece ser simpático por naturaleza y no necesita que se lo recuerden. Por supuesto, lo que en realidad quieren decir estos partidarios de la simpatía es que el catalán debería porvenir buenamente a ser una lengua subalterna, subsidiaria, reservada al uso doméstico, y no estorbar a la buena gente que quieren (siempre han querido) que en España, incluyendo naturalmente los Països Catalans, se hable una única lengua, es decir el castellano. Las candidatas de los comunes y la CUP, Jèssica Albiach y Laia Estrada, le reprocharon a Fernández lo que hace su partido, en materia lingüística, a los gobiernos de la Comunidad Valenciana y de Baleares. Fernández respondió, literalmente, que no sabía de lo que le hablaban. El candidato de Vox también dijo algo, que no vamos a reproducir porque su valor e interés son nulos.

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Lo que lleva a cabo el PP en todas partes donde gobierna y existe una lengua diferente del castellano (también en Aragón, con el aragonés), con el apoyo de Vox o en coalición con ellos, es una simpática ofensiva política, institucional, jurídica y mediática para intentar acabar con estas lenguas. Sencillamente, quieren arrinconarlas y ahogarlas hasta que desaparezcan. Por el catalán en concreto, sienten un odio visceral y furioso, que no hace falta que se molesten en disimular porque lo conocemos bien y de hace mucho tiempo. Un odio simpático, será. Ahora que las encuestas catalanas sonríen también a la ultraderecha (aquí entra también el PP), conviene tenerlo aún más presente.