Pandemia: el principio del fin

Este domingo pasará a nuestra pequeña historia particular como aquel día en que todos tuvimos la sensación de que el final de la pesadilla de la pandemia estaba más cerca, que se empezaba a ver la luz al final del túnel. La recuperación de la movilidad nocturna sumado a la apertura de los bares y restaurantes hasta las 23h representan un antes y un después desde que el 29 de octubre, en plena segunda oleada, se aprobó un estado de alarma de seis meses en el Congreso de los Diputados. Desde entonces ha habido una tercera oleada, mientras que la cuarta se ha podido mantener a raya.

Y a diferencia del verano, ahora la aceleración del ritmo de vacunación sí que hace pensar que esta desescalada puede ser la definitiva. En todo caso, la reconquista gradual de las libertades arrebatadas por el virus tiene que servir también para que todos juntos vayamos recuperando el tono vital, la interacción social, esta alegría de vivir que por instantes, en los momentos más duros de la pandemia, se nos negaba.

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Esta reanudación también servirá para empujar hacia arriba la economía, para impulsar el consumo, para insuflar vida a los pequeños negocios que tanto han sufrido, para que las empresas hagan las inversiones que hasta ahora han tenido paradas. Toda esta actividad tiene que ayudar también a reconstruir la confianza en el futuro, que ha sido gravemente afectada por la pandemia.

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A pesar de esto, tenemos que ser muy conscientes que el covid-19 no ha desaparecido, continúa entre nosotros y todavía afectará a muchas personas hasta que realmente lo podamos derrotar. Por eso es importante respetar al máximo todas las indicaciones de las autoridades sanitarias, por ejemplo, el límite de reuniones de 6 personas. Hay que pensar que el de hoy es el primer paso de una desescalada que se alargará en el tiempo y que tiene que permitir que no se den pasos hacia atrás.

Aprovechando el optimismo que hoy se respira en las calles, también es un buen momento para mirar atrás y recordar las historias y aprendizajes que nos ha dejado la pandemia. Y no hay mejor manera de hacerlo que recopilando los testimonios de pacientes que han superado la enfermedad y que, además, en el camino han acabado estrechando lazos con sus médicos y cuidadores. Esta relación médico-paciente es una de las cosas más bonitas que nos deja la pandemia: son las historias de superación de los enfermos que se combina con el compromiso insobornable del personal sanitario y el factor humano que representa la amistad.

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No se puede perder de vista el enorme sufrimiento del que venimos, y que tendría que hacer reflexionar a los gobiernos de todo el mundo sobre cuáles tienen que ser las prioridades en la pospandemia. Y a todos nosotros sobre la fragilidad de unas vidas que creíamos seguras y sin peligro hasta que apareció el covid-19.