El patriotismo de los servicios sociales

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Una escuela de primaria de Barcelona.

Estos días algunos hemos rememorado el pacto del Tinell (PSC-ERC-IC) y, aunque el paso del tiempo desdibuja la intensidad de las euforias y los dolores, los hechos políticos son relatados según conveniencia de los protagonistas y yo no puedo, ni quiero , mostrarme neutral. La ausencia por enfermedad del presidente Maragall sobrevolaba todos los actos, pero sus palabras tienen hoy más sentido que nunca. en casa y de la sanidad cercana. En sus discursos pide devolver la dignidad allá donde realmente es necesaria, a la enfermedad, al morir, a unas escuelas herederas de los movimientos de renovación pedagógica, a las prisiones, al trato policial, a las oportunidades para quienes viven en la extrema pobreza.

Este patriotismo de los servicios sociales entronca con las acciones de los inicios del catalanismo político, en los que los movimientos pedagógicos como las Escuelas del Bosque eran de iniciativa municipal y sus alumnos hijos de obreros que sufrían riesgo de enfermedad grave. Aquel catalanismo que quería que los jóvenes fueran la vanguardia del mundo y mostraran la Cataluña más despierta y determinada, mirando más allá de los Pirineos.

Es un buen momento para repensar las razones que han llevado a Catalunya a reivindicar más poder político y más poder económico para poder reivindicarnos como una nación plena donde no sea necesario explicar desde el lamento la importancia de las hablas de nuestra lengua propia. Las razones siempre han sido que en aquello en lo que podemos autogobernarnos seremos líderes, mostraremos al mundo que nuestra reivindicación no es una proclama obsesiva sino la forma de ser útiles a los catalanes venidos de todas partes. Ahora, en una sociedad muy distinta a la de 1906 que vivió el Primer Congreso Internacional de la Lengua Catalana, que dio origen al embrión del Institut d'Estudis Catalans. La sociedad es diferente, pero también tenemos mucha más experiencia y debería ser más fácil acceder a todas las experiencias exitosas y líderes y no quedarnos embobados por nuestro ombligo.

Al Maragall que yo quiero compartir le gusta hablar de los grandes sistemas de conexión con Europa y el mundo, de conectar los puertos y aeropuertos de la Eurorregión a la red ferroviaria, pero una de sus grandezas es valorar el progreso por los avances en materia de servicios sociales que garantizan una sociedad cohesionada, una integración planificada y amable de todos los que paulatinamente van configurando la Cataluña cosmopolita, y llamarles a ser parte de la prosperidad colectiva.

Su singularidad como gobernante es la de no dejarse seducir por las grandes obras si lo más cercano, más básico, se degrada, se llena de miseria e ignorancia. ¡Educación, educación y educación! Seguro que todos lo recuerdan exclamándolo una y mil veces.

Ahora que disponemos de herramientas poderosas para la gestión de los servicios públicos, es hora de entender que los grandes sistemas del estado del bienestar –sanidad, enseñanza y envejecimiento con dignidad– sólo son posibles si ponemos a disposición de todos los nuestros conciudadanos una espesa red de apoyo comunitario para que acompañe a los usuarios y descargue a los profesionales sanitarios y los pedagogos.

Al igual que la ley de barrios no nació (sólo) para sustituir el alcantarillado y pavimentar las plazas y las calles, sino que sus acciones iban destinadas a la comunidad entera del barrio y buscaban el desarrollo social y personal, generando tejido social y cultural para crear un entorno de cohesión y de identificación social arraigada, ahora es necesario hablar de una red espesa de apoyo comunitario que impida reiteraciones innecesarias a los servicios médicos, ingresos por causas sociales, impedimentos de alta por inexistencia de un entorno que les dé el apoyo necesario.

También en educación la red de apoyo comunitario puede ayudar a ofrecer integración y apoyo a los niños que necesitamos que alcancen aprendizajes, porque el futuro requerirá a grandes expertos en disciplinas cualificadas. de barrios y tampoco puedo entender por qué los actuales gobernantes buscan frases de consuelo coyuntural y llaman a cerrar filas cuando los datos les muestran lo que ya deberían saber. La regresión del sistema sanitario y los datos del informe PISA no pueden sorprender a nadie, y si lo hacen es que quien se sorprende no acaba de hacerse en la idea de la confluencia de aspectos de naturaleza diversa que hace años que esperan decisiones decididas.

La ley de barrios sólo funcionó allí donde el acuerdo entre la Generalitat y el ayuntamiento era de lealtad y de alcance bastante ambicioso. Hacer espesas redes que nos ayuden a recuperar el orgullo perdido de nuestros sistemas más básicos de bienestar también requiere un trabajo conjunto y leal de diversas administraciones. Se ha perdido la práctica en la colaboración leal, pero nos jugamos el futuro, y las palabras de excusa son insoportables.

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