Una pequeña inyección de optimismo económico
En economía, las predicciones son relativamente fáciles en tiempos tranquilos. Cuando hay turbulencias, nadie acierta. La economía no es una ciencia exacta: los factores políticos cuentan mucho y son poco previsibles. Después de enlazar la crisis pandémica con la guerra de Ucrania, llevamos unos meses augurando un otoño complicado. Y a veces estos pronósticos acaban siendo profecías autocompletadas: el componente psicológico cuenta mucho, y no solo en los movimientos especulativos propios de las bolsas. Así pues, quizás es hora de empezar a decir que la cosa no pinta tan mal, al menos en nuestras latitudes.
Este viernes hemos tenido dos novedades que abren una pequeña rendija para la esperanza de un regreso de vacaciones mínimamente positivo. Según datos avanzados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el PIB del Estado ha crecido un 1,1% en el segundo trimestre del año, casi un punto más que en el primer trimestre. El buen dato se atribuye en buena parte a la actividad turística, pero también al consumo de las familias. Durante el segundo trimestre del año, pues, la economía española habría esquivado el impacto de la invasión rusa en Ucrania, a diferencia de lo que está pasando en Estados Unidos, donde han entrado en recesión técnica, o en países de nuestro entorno como Alemania, muy dependiente del gas ruso. Si la temporada turística se mantiene fuerte en nuestra casa, como así parece, durante los meses de julio, agosto y septiembre es probable que el dinamismo se mantenga y los datos vuelvan a ser positivos.
La otra novedad que se ha conocido este viernes tiene que ver con la inflación. Una lectura plana de las cifras muestra que el cesto de la compra es un 10,8% más caro ahora que hace un año, lo que nos sitúa en el incremento interanual de precios más alto registrado desde septiembre de 1984 y supera en seis décimas la subida del 10,2% interanual registrada en junio. Pero, si nos fijamos propiamente en julio –primer mes con las medidas contra la inflación aprobadas por el Gobierno plenamente en vigor– y lo comparamos con junio, el resultado es que los precios han caído ligeramente, un 0,2%. La inflación subyacente –la que no incluye la energía y los alimentos, con precios más volátiles– también se ha relajado este mes en comparación con junio, con una disminución del 0,3%. En enero y en abril ya se produjeron descensos respecto a los meses precedentes, pero las subidas fuertes del resto del año resultaron letales. Ahora será clave el comportamiento de los precios en verano. El consuelo, en cualquier caso, es que todavía podría ser peor y que parece que se está frenando la espiral inflacionista.
El propio consejero delegado de CaixaBank, Gonzalo Gortázar, con estos datos en la mano, ha reconocido que "estamos en una situación mucho mejor de la que habríamos previsto cuando empezó la invasión de Ucrania" y que las previsiones de su entidad eran demasiado tremendistas. La Caixa pronosticó para este año un incremento del PIB del 4,2% y una desaceleración para el año próximo de hasta el 2,4%.
Así pues, como mínimo, toca poner entre paréntesis los malos augurios.