La poesía necesaria

Leo: "¿Cómo pude equivocarme tanto? / ¿Cómo pensé que lucharías / por mi historia oscura?/ ¿Cómo creí que podrías todo […]?" e inmediatamente acuden a mi mente todas las relaciones mantenidas a lo largo de la vida, propias y ajenas, todas con sus rincones escondidos de dudas, miedos, ternuras y anhelos. Éste es uno de los superpoderes de la poesía: con unos versos dibuja una vida entera, la rasga y la acaricia.

Tengo entre manos la poesía reunida del poeta catalán Jordi Virallonga, que acaba de publicarse con el título Siempre hay ruinas a menos de dos horas y, al tiempo que él repasa su vida a través de una inmensa obra, yo reviso la mía, guiada por sus palabras. La poesía te adentra hacia profundidades desconocidas, pero después te eleva.

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Y no es que la poesía necesite argumentos para existir ni razones en forma de beneficios que puedan mercantilizarla, en absoluto, pero a lo largo de las últimas épocas varios estudios han mostrado los beneficios psicológicos que tiene para las personas leer o escribir poesía.

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De entrada, la poesía permite expresar emociones complejas de manera creativa, metafórica, imaginativa, facilitando la comprensión y la gestión de sentimientos difíciles, especialmente para aquellas personas que sufren ansiedad o que conviven con algún trauma emocional. El primer impacto es sobre uno mismo, puesto que fomenta la autorreflexión, y nos permite comprender mejor nuestras experiencias: ganamos perspectiva sobre nuestras vidas. Pero enseguida este efecto se amplía a las relaciones con los demás, generando empatía al conectar personas a través de vivencias compartidas. Leer o escuchar poemas que resuenan personalmente puede fortalecer el apoyo social y crear un sentido de comunidad.

Me parecen especialmente interesantes las investigaciones realizadas con adolescentes, en un momento en que todo indica que sus niveles de ansiedad y depresión están muy por encima de lo deseable. Un estudio experimental norteamericano publicado enJournal of Student Researchcon estudiantes de secundaria durante tres semanas mostró que escribir un poema diario podía mejorar significativamente el bienestar emocional de los jóvenes. Los participantes informaron de una disminución de los efectos negativos derivados del aislamiento social y de otras situaciones de estrés y ansiedad relacionadas con la pandemia.

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También durante la Covid-19 la Universidad de Plymouth y la Nottingham Trent University analizaron el impacto de leer, escribir y compartir poesía. Y encontraron que estas actividades reducían la soledad, la ansiedad y la depresión. En una encuesta con 400 participantes, el 51 por ciento indicaron que la poesía les había ayudado a gestionar sentimientos de aislamiento y el 50 por ciento que les había aliviado la ansiedad y la depresión. Además, un 34% sintieron menos ansiedad y un 24% fueron más capaces de gestionar sus problemas. De hecho, durante el Mes Mundial de la Salud Mental de 2020, Naciones Unidas lanzaron una serie de poesía, Poems of healing, con el objetivo de ayudar a las personas a expresar emociones difíciles.

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Posteriormente, en 2023, la poesía también se utilizó en contextos clínicos para ayudar a pacientes hospitalarios a desarrollar una actitud positiva hacia la vida, establecer objetivos elevados y formar rasgos saludables de personalidad. Los pacientes empatizaron con las emociones de los poetas, promoviendo la resiliencia emocional y mejorando los trastornos psicológicos. Aún se han sumado más evidencias a raíz de un nuevo estudio publicado enJournal of Poetry Therapyen 2024, que ha demostrado después de ocho sesiones de terapia grupal con poesía que los participantes experimentaban una reducción significativa del malestar emocional y una mejora en la capacidad de expresar sentimientos de forma adaptativa.

En definitiva, la ciencia nos muestra el poder de la poesía como herramienta terapéutica para fomentar la autoconciencia, procesar emociones, reducir el estrés y fomentar los lazos de amistad y comunitarios.

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Pero no sería justo hablar sólo de beneficios y no del enorme deleite que la poesía evoca. Escuchar poesía estimula circuitos cerebrales relacionados con el placer, similares a los activados con la música. Esto incluye respuestas emocionales profundas y el éxtasis propio de las artes humanas, como estos versos de Alejandra Pizarnik que os dejo como regalo de Sant Jordi: "Necesitas no esperar nada / Necesitas no traficar con tu dolor / Necesitas orgullo y soledad / Necesitas poesía" ("Necesitas no esperar nada / Necesitas no traficar contigo dolor / Necesitas orgullo y soledad / Necesitas poesía").