El PP, un partido roto y sin rumbo
BarcelonaEl PP, el partido que gobernaba España con mayoría absoluta durante el 1-O y que sacó adelante el 155, es hoy una sombra de lo que era en aquel momento. Hoy en día es un partido más pequeño, acomplejado por Vox, sin una posición clara sobre la extrema derecha, sin un liderazgo fuerte y, desde este jueves, totalmente fracturado en dos mitades irreconciliables. La guerra interna que Pablo Casado ha iniciado contra Isabel Díaz Ayuso, más allá de las razones de unos y otras, es un suicidio político para la formación. En la Moncloa, Pedro Sánchez ve con satisfacción como la oposición se desangra en luchas internas y que, incluso cuando el PSOE pierde, como en Castilla y León, acaba ganando porque es el PP quien tiene ahora el problema de formar gobierno con Vox.
Hay que subrayar que la cultura política del PP es la de los liderazgos fuertes y la disciplina interna, y esta ha sido la receta que ha intentado aplicar Casado a través de su hombre fuerte, Teodoro García Egea. El problema es que Casado está en la oposición y no tiene poder institucional, y por eso Ayuso, que controla un presupuesto similar al de la Generalitat, había visto la oportunidad de consolidar su posición como presidenta del PP madrileño. El líder del PP se debe de arrepentir ahora de haberla elegido a dedo para ser candidata en la Comunidad de Madrid cuando era una desconocida, y no haber visto que no encontraría en ella nada parecido a la lealtad y menos todavía a la disciplina. Sobre todo desde el momento en que Miguel Ángel Rodríguez se convirtió en el principal asesor de la presidenta madrileña.
Ayuso se ha convertido en un problema para Casado porque es un fenómeno electoral que supera las fronteras del PP, tal como se ha visto precisamente en Castilla y León, donde Mañueco solo ha podido repetir el resultado de hace tres años. Pero, en lugar de intentar aprovecharlo en beneficio propio, desde Génova se ha intentado desacreditar a la líder madrileña. Las soluciones, después del duro cruce de acusaciones de ayer entre Ayuso y García Egea, son todas malas para el PP. Una expulsión de Ayuso del partido lo dejaría sin su principal referente electoral y, además, abriría la puerta a que la presidenta madrileña montara su propia plataforma. Una escisión del PP madrileño sería letal para Casado y sus aspiraciones de llegar a la Moncloa.
La otra solución, la de laconllevancia, se divisa como un auténtico calvario. ¿Qué harán cada vez que coincidan en un acto Ayuso y Casado? ¿Qué pasará si, como todo apunta, los militantes madrileños la votan como presidenta del PP regional? Una guerra de desgaste perjudicaría más a Casado por la sencilla razón de que él es solo un aspirante a un cargo, el de presidente español, mientras que Ayuso ya es la inquilina de la Puerta del Sol. O uno de los dos da marcha atrás, cosa difícil, o no hay salida posible.
Por último, resulta interesante señalar que, después de que Aznar vaticinara la fractura de Catalunya por el proceso soberanista, ahora sea el PP el que se esté rompiendo en multitud de trozos, un espejo roto que será muy difícil de recomponer.