Preguntas navideñas

Ocurre algo en relación con la –digamos– presencia ausente de la espiritualidad en la vida pública, y hoy es quizás el mejor día del año para hablar de ello. los pesebres que hace o deja de hacer el Ayuntamiento de Barcelona en la plaza de Sant Jaume. Todo esto desvía la atención en relación a una cuestión más profunda que, aunque no lo parezca, también tiene una dimensión política. propongo, en este sentido, un ejemplo significativo. dura de las grandes ciudades francesas, algunos autóctonos de origen europeo, que en ocasiones representan una exigua minoría en comparación con la muy visible comunidad musulmana, han vuelto a la práctica del catolicismo, y no se trata de ninguna percepción subjetiva. Tengamos en cuenta que en 2023 se bautizaron en Francia 5.463 adultos: un aumento del 21% respecto a 2022 (y en 2021 hubo 3.639 bautizos del mismo tipo, lo que representa un aumento del 50% respecto a hacía dos años). Son porcentajes relevantes, nada anecdóticos. Algunos analistas opinan, sin embargo, que en el fondo sólo se trata de un subrayado de carácter identitario o cultural, es decir, del reforzamiento o de la simple invención de un nexo social –el religare latino, de donde proviene la palabra religión– que tiene poco o nada que ver con inquietudes espirituales. Pero creo que fuera imprudente, y también irrespetuoso, presuponer cuál es la motivación exacta de estas y otras personas. El filósofo Jacques Maritain (criado en el seno de una familia francesa protestante) y su esposa Raïssa (nacida en una familia judía rusa) se convirtieron al catolicismo en 1906 por influencia de Léon Bloy. El pensador tenía entonces veinticuatro años. Las razones que llevan a un hombre o mujer de más de veinte años a bautizarse, u otras más de cincuenta a convertirse al judaísmo o al islam, pueden ser muy diversas. En todo caso, la hipótesis que acabamos de exponer parece por lo menos razonable, y no sólo en el caso del catolicismo.

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¿Qué nos ocurre? La ciencia explica el funcionamiento de las cosas, pero parece que con esto no tenemos suficiente, aunque podemos hacerlo ver (sólo hasta cierto punto). La vida y la muerte reclaman un sentido que va más allá de las leyes de Newton y de la tabla periódica de los elementos. Europa se ha alejado de la religión e incluso ha legislado este alejamiento, algo que para algunos tiene consecuencias importantes (es "el état zéro de la religion", según Emmanuel Todd). Otros, en cambio, lo evalúan desde la más absoluta normalidad. Es evidente que la búsqueda del sentido existe, pero transita caminos cada vez más curiosos. De hecho, esto ya ocurrió hace medio siglo cuando les hippies consideraron que las creencias espirituales orientales eran preferibles a las autóctonas. Esas ideas han sido sustituidas ahora por versiones fast food, cómicamente indocumentadas, de un estoicismo que, en realidad, es pura literatura de autoayuda encubierta. "Esperar a la muerte con un pensamiento favorable, convencidos de que no es más que la disolución de los elementos que componen los seres vivos" (Marco Aurelio, libro II). El cristianismo propone también un pensamiento favorable hacia la muerte, pero en otro sentido y por medio de otra mirada. La mirada sabia y serena, pero cansada, de los viejos hacia la mirada atolondrada pero vigorosa de los niños: he aquí lo que separa el estoicismo tardío de Marco Aurelio del cristianismo primigenio. En una sociedad decadente, el primero las tiene todas para triunfar, es decir, para poder integrarse en la cultura pop, entre el estante del budismo y el de la cábala, en medio de la incesante, aturdidora rueda del consumo. El estoicismo se ha puesto de moda entre los influencers de internet. En una web de psicología recreativa localizo, por ejemplo, esta impresionante pregunta: "¿Cómo saber si soy un estoico?" Respuesta: "El perfil estoico [!?] corresponde a aquellas personas que aceptan lo que les ocurre en la vida y entienden que hay cosas que no se pueden controlar. No hay bien ni daño, pues todo lo que ocurre forma parte de un proyecto. Consiguen aceptar todo lo que les ocurre".

Hoy es y no es un buen día para pensar en todo esto. Por un lado, es una fecha con una significación espiritual importante, al menos para los cristianos; por otro, es una celebración festiva que no desemboca precisamente en actitudes introspectivas. Sea como fuere, me ha parecido oportuno dejar el debate sobre la mesa como si fueran unos barquillos algo difíciles de digerir. Feliz Navidad, y conocimiento con la bebida.