El vergonzoso presente de España
El presente de España es triste y vergonzoso. Políticamente hablando, claro. El Pedro Sánchez supuestamente regenerador se ha enfangado en la corrupción sistémica, una tradición peninsular endémica que tuvo medio siglo álgido con la dictadura de Paco el asesino ya la que la democracia, en lugar de limpiar, ha dado una vergonzosa continuidad. El PSOE sanchista se había presentado como una vacuna a esa enfermedad tan arraigada. Pero no. El fiasco es monumental. Y la decepción de la buena gente, más aún. Bien, ahora dicen que se pondrán de verdad con un plan que bla, bla, bla... ¿De verdad? Ojalá.
Pero hay un problema más grave: la alternativa PP-Vox. Porque junto a ese socialismo que sigue siendo cae de aprovechados, la España política vergonzosa de hoy tiene una derecha que lleva genéticamente impresa la peor herencia del pasado (el franquismo falangista de Abascal) y que prefigura el peor futuro político distópico posible (el trumpismo ayusista). Quizá Sánchez sobreviva la legislatura, pero el día que caiga o convoque elecciones, lo que puede venir es de vértigo y mareo. Como con los incendios, estamos avisados: España está muy emboscada, con un monte altamente inflamable. Cuando gobiernen el PP y Vox, lo que practicarán será la política de tierra quemada. Ya estamos viendo muestras fehacientes e hirientes en la Comunidad Valenciana y las Islas. En todos los campos: combate contra el catalán, urbanismo descontrolado, más turismo a destajo, persecución de la disidencia ideológica, desmontaje de políticas sociales... Y, además, una dramática inutilidad y un cinismo contrastados, como hemos visto con la DANA.
De momento, es notorio que Feijóo no lo logra. No ha sabido aprovechar ninguno de los monumentales arrecifes con los que ha topado Sánchez. Está más pendiente de lo que digan Abascal y Ayuso que de hacer una oposición coherente y seria. Un día abre sus puertas a pactos con sus posibles socios de la derecha vasca y catalana y al día siguiente les fustiga (sobre todo el PNV) o los ignora (Juntos) en sede parlamentaria. No tiene medida ni credibilidad. Feijóo es el auténtico salvavidas de Sánchez. No solo no le hace sombra, sino que su pretendida sombra paradójicamente le protege. Va tan sobrecalentado, Feijóo, que acabará ardiendo, si no lo está ya. Así como basta con dar tiempo al tiempo para ver el fin del equilibrismo de un Sánchez que se ha acostumbrado a caminar en la cuerda floja, también solo es cuestión de esperar a ver cuando los populares apartan a Feijóo y dan paso a la incendiaria Ayuso, ella sí capaz de encenderlo todo, que es ahora lo que se lleva en la cuerda.
Así pues, ERC y Junts harán bien ahora en arrancar todo lo que puedan –en términos de financiación, infraestructuras y lengua– de un PSOE y un Sánchez que los necesitan para sobrevivir, porque la próxima etapa será de resistencia contra el falangismo-trumpismo. La cuestión es que los acuerdos que puedan venir contengan un buen blindaje jurídico y presupuestario o, por el contrario, el desmontaje está asegurado. Y lo mismo vale para el PSC y la presidencia de Isla: ahora es el momento de reforzar el autogobierno. Hay que prepararse para hacer frente a la ola recentralizadora y ultraconservadora que se vislumbra en el horizonte, una ola, por cierto, a la que también podría sucumbir el propio PSOE cuando un día, perdedor, vaya a la deriva: su alma jacobina siempre está latente.
La España vergonzosa y fratricida es recurrente. Tarde o temprano acaba devolviendo, como una pesadilla. Y cuanto más se atañen, más perdemos todos, en especial los que marcamos la diferencia nacional que tanto les cuesta digerir: los catalanes. Por eso no augura nada bueno este recalentado clima guerracivilista madrileño. Seguro que los palos en Sánchez nos acabarán abollando a nosotros. Lo repito, preparémonos. Acumulamos fuerzas y ganancias concretas (aunque queden lejos del ideal procesista). Recogemos todo lo posible, sí. Y si los malos augurios no se cumplieran, cosa que me haría muy feliz pero que dudo que no pase, todo eso que tendríamos ganado.