Desde Francia me han preguntado: ¿cómo se explica que los socialistas españoles aguanten firmes mientras sus correligionarios europeos se han ido desvaneciendo? El Partido Socialista francés de François Mitterrand es hoy un grupúsculo a la sombra de la Francia Insumisa, y, sin embargo, solo hace seis años que François Hollande dejó la presidencia de la República; el Partido Socialista italiano sufrió la hegemonía del PCI, pero la desaparición de los comunistas no le dio mejor vida. Incluso la socialdemocracia alemana está dando señales de agotamiento, la extrema derecha ya le pasa por delante en las encuestas. Y así sucesivamente.
Sin tener una respuesta clara a la pregunta inicial, se me ocurren algunos elementos indiciarios. El PSOE lleva menos tiempo de desgaste, porque aquí la democracia llegó más de treinta años después de la II Guerra Mundial. Y siempre ha gozado de cierto prejuicio democrático favorable en una escena en la que la memoria del franquismo ha pesado fuerte y la derecha nunca ha acabado de quitársela de encima (y ahora a través de Vox vuelve a festejarla descaradamente).
Otra razón podría ser su renovación. El PSOE creció y dominó la escena en los años 80 con la marca y el estilo de Felipe González hasta terminar en una siniestra resaca de abuso de poder y corrupción. Sánchez captó la oportunidad cuando nadie la veía. Y en el 2016, cuando fue expulsado de la dirección del partido, cogió a todo el mundo a contrapié movilizando a las bases para tumbar a quienes creían haberlo liquidado. Y así el PSOE empezó de nuevo. El PP, en cambio, todavía vive a la sombra de Aznar.
Es cierto que, como en otros lugares de Europa, en España el número de actores se ha multiplicado y el bipartidismo ya no es lo que era. Pero de momento Sánchez ha ido sumando a potenciales socios más o menos coyunturales, mientras que el PP ha ido quedando –especialmente después del envite catalán– atrapado en un uso cínico del trascendentalismo patriótico. Y seguramente también ayuda a Pedro Sánchez que los nacionalismos vasco y catalán no han generado, al menos hasta ahora –todo llegará–, una extrema derecha como las que circulan por Europa, mientras que el PP tiene a Vox en su regazo.
Una suma de factores que quizás ayuden a entender por qué el PSOE todavía es un partido en posición de articular un amplio espacio de poder, sin que los populismos y los autoritarismos lo hayan barrido.