¿Quién quiere repetir elecciones?
El reloj para elegir al nuevo presidente se ha activado. Como era sabido, a la investidura no se presenta quien quiere sino quien puede y, por eso, la presidenta del Parlament ha propuesto el candidato de ERC, Pere Aragonès, que es quien ha recibido más apoyos y que este viernes hará su primer discurso de investidura. La insistencia del candidato socialista, Salvador Illa, en presentarse, a pesar de no tener más apoyo que lo de los diputados de su propio grupo, finalmente ha topado con la realidad y, como ya le pasó a Inés Arrimadas, la victoria solo le servirá para convertirse en jefe de la oposición.
Lamentablemente, sin embargo, no parece que en la primera votación se logre la mayoría absoluta necesaria para tener un nuevo presidente y un nuevo gobierno. Pese al acuerdo que ERC ha logrado con la CUP para desencallar la investidura, el sí de Junts continúa haciéndose esperar.
En las negociaciones, el factor tiempo acostumbra a ser un elemento muy relevante para explicar cuál será el resultado final. La presión del reloj a menudo precipita el desenlace entre las partes que esperan llegar a un acuerdo. En este sentido, el hecho de que Jordi Sànchez, secretario general de Junts, anuncie que el acuerdo para investir el nuevo presidente llegará en los próximos días o semanas y asegure que la repetición electoral no es una opción, inevitablemente pone más presión sobre su formación. Siendo claro, pues, que no hay alternativa a ponerse de acuerdo, para muchos votantes resulta frustrante que no se aproveche la primera oportunidad para formar un gobierno que permita iniciar una etapa en positivo que deje atrás el desgaste estéril que tanto fatiga al conjunto de la ciudadanía.
¿A alguien le interesa volver a las urnas? El escenario de una repetición electoral sería devastador para el independentismo y, probablemente, castigaría especialmente a la formación política que se visualizara como responsable de echar por la borda el resultado histórico obtenido el 14-F, con 74 diputados y un 52% de votos. De hecho, un fracaso en las negociaciones por el nuevo gobierno aseguraría una victoria clara del PSC, que se beneficiaría de la indignada abstención del electorado independentista, que difícilmente disculparía la incapacidad de los partidos para forjar un acuerdo.
En vísperas del 14-F nada hacía pensar que la pugna electoral entre los dos principales partidos del independentismo se resolvería con un resultado que diera una mayoría agobiante al uno o al otro. De hecho, las elecciones solo tenían que servir para conocer cuál de las dos estrategias contaría con más apoyos y, en consecuencia, cuál tendría más legitimidad para tomar la iniciativa política. ERC se presentó con un planteamiento basado en la conveniencia de ampliar el apoyo social al independentismo y de apostar por el diálogo político, mientras que Junts apostaba por un planteamiento de confrontación y blandía la unilateralidad sin concretar mucho el recorrido de su propuesta.
Ha pasado un mes y medio desde el 14-F y la falta de coincidencia en un diagnóstico compartido de la situación se mantiene como principal escollo para formar Govern. Es evidente que ninguna de las dos formaciones impondrá a la otra su visión de la jugada, pero es obligatorio centrar los esfuerzos en las coincidencias, que también las hay.
En la estrategia ganadora que tiene que emprender el independentismo no se puede ningunear el valor fundamental que tiene disponer, con urgencia, de un Govern que responda eficazmente a la emergencia social que ha provocado la pandemia. Plantear como disyuntiva el hecho de gobernar o de conseguir la independencia es absurdo, porque al independentismo le van mejor las cosas cuando es percibido como útil por el conjunto de la ciudadanía.
Un exceso de táctica en la negociación para formar el nuevo gobierno es un gol en propia puerta. La percepción generalizada de agotamiento político y social que vivimos reclama que tengamos de forma inmediata un gobierno estable que se ponga al frente de los problemas de forma desacomplejada, que lidere una estrategia para sacar el máximo potencial de los fondos europeos de reconstrucción y que, en el camino hacia la república, plantee una hoja de ruta creíble para continuar avanzando con paso firme.
Seguro que con 24 horas no se conseguirá lo que no ha sido posible conseguir en los últimos tres años. Pero también es seguro que los consensos compartidos por el conjunto del independentismo son una base sólida para hacer posible que el nuevo gobierno empiece a trabajar sin demora. Lo más inteligente sería construir el acuerdo sobre los consensos y no dejarse paralizar por los disensos que solo alimentan la frustración.
Carles Mundó es abogado y ex consejero de Justicia