Dos reconstructores y un destructor

¿Y si todo no estuviera perdido? A las fuerzas de la destrucción, de vez en cuando se contrapone algo de luz.

Draghi

Quizás porque los privilegiados no suelen ser conscientes del grado de su privilegio, los ciudadanos europeos no empiezan el día izando la bandera de las estrellas y cantando el himno de este extraño club de países diversos con voluntad democrática y de estándares comerciales y económicos similares. Me dirán que el grado de progreso social y de desarrollo del estado del bienestar es desigual y que las democracias están amenazadas por la polarización y los servicios públicos, por una insuficiencia económica y demográfica. Pero, como dicen los ingleses, tendríamos que pensar en no tirar el agua de la bañera con el bebé dentro. Europa es un éxito, el mejor de los mundos, y necesita un diagnóstico crudo y reformas valientes que aseguren su supervivencia. Sin una actuación decidida, a los europeos les aguarda una decadencia aristocrática y, en el peor de los casos, una implosión de insatisfacción ciudadana por las expectativas fallidas.

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Cuando la decadencia ya es evidente y el centro del mundo lleva décadas desplazado hasta dejar Europa al margen, cuando la política está capturada más que nunca por la inmediatez, reaparece Mario Draghi con un plan a largo plazo para industrializar Europa y alcanzar la competitividad. Un plan concreto y prolijo que debería permitir una línea de acción del club democrático en un momento en el que economías dirigidas por sistemas dictatoriales como China son capaces de imponer líneas estratégicas. Las dictaduras destruyen cualquier margen de libertad de los ciudadanos, pero hacen sentir a las democracias lentas y dubitativas. Para competir, Europa necesita practicar el consenso interno con una mirada a largo plazo.

Algunas de las conclusiones fundamentales de Draghi son que la Unión Europea necesita incrementar la inversión pública y privada del 22% actual al 27% y que el continente necesita mejores mercados, mayores y más integrados. ¿Cómo pagarlo? Emitiendo deuda conjunta.

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Harris

Cuando Hillary Clinton se presentó a las primarias demócratas del 2008, un spin doctor estadounidense de renombre me dijo que en Estados Unidos “antes votarían a un negro que a una mujer”. Así fue, los demócratas eligieron como candidato a Barack Obama, que se convirtió en su primer presidente negro. Posteriormente, un desequilibrado como Donald Trump venció a la mujer, Hillary Clinton. Pero las cosas pueden cambiar con la candidatura de Kamala Harris. Su victoria presidencial cambiaría el humor mundial, que es un elemento geoestratégico más importante de lo que puede parecer. Cuando la esperanza de un mundo mejor se renueva, también es menos difícil trabajar a favor. La vicepresidenta y exfiscal Harris es una mujer y negra y ha demostrado que no solo es articulada, sino de una inteligencia emocional remarcable frente a Trump. Harris es todavía una incógnita en muchos temas, pero pretende gestionar las frustraciones económicas, sociales y culturales en un marco democrático y racional. No es poco cuando se trata de la posición política más poderosa del mundo y con la máxima capacidad de influencia sobre Europa en términos comerciales y militares.

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Putin

Vladimir Putin es el gran desestabilizador de Europa. Militarmente y en la nueva guerra de la desinformación. La invasión de Ucrania está embarrada y las negociaciones no avanzan más allá de algunos intercambios de prisioneros. La gran decisión sigue siendo hoy el grado de implicación de los países de la OTAN. El primer ministro británico, Keir Starmer, y el presidente estadounidense, Joe Biden, han decidido trasladar la decisión al conjunto de la Alianza. Hasta ahora, la colaboración con el ejército ucraniano sobre el terreno se ha hecho de la forma más discreta posible y sin dar a Kiev todo el armamento que pide. Zelenski ha obtenido tanques, misiles y cazas F-16, pero aún no ha logrado los misiles de largo alcance que conviertan a Rusia realmente en escenario bélico.

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El expansionismo de Putin no le basta con Ucrania y lo saben los polacos, las repúblicas bálticas y Chequia, por lo que el riesgo de extensión de la guerra es muy real. Nada iría mejor para la política rusa de huida hacia adelante permanente que cohesionar al país tras la propaganda de un pretendido ataque de la OTAN. Nada le iría peor al mundo que una guerra nuclear. Este es el dilema endemoniado de hoy en Europa.