La redacción de informativos

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Un micrófono en un estudio de radio

Cuando los estudios de audiencia de radio destacan el liderazgo (así se le llama) de un programa informativo, están, claro, destacando los editores que lo mandan. Los que dicen “buenos días” y deciden qué noticia va primera, qué segunda, cuál “no entra”, cómo “se enfoca” cada una. El tono de ese editor –que no es un presentador generalista– lo marca todo. Debe ser cercano, pero no un amigo, debe ser distante, pero no frío. Es alguien que te dirá un día que "Un espontáneo desnudo ha saltado a tal campo de fútbol", y otro, que "ha habido un ataque que ha causado la muerte de 1.000 personas, entre ellas niños". Si el tono del presentador, o quién sabe si la ve, no nos gusta –y es algo que no se elige, como el amor– cambiaremos de emisora. Hoy, cambiar de emisora ​​de radio es fácil. No es como antes, que tenías que mover el botón del dial e ir escuchando fritos y ves entrecortadas hasta encontrar lo que buscabas. Ahora, lo veo todos los días en el coche, si un anuncio, una sección, una noticia, una canción no te interesa, cambias inmediatamente a la competencia y vuelves a cambiar y vuelves a cambiar.

Pero el editor del informativo no está solo. Hace el informativo gracias a una serie de “piezas”, se llaman así, preparadas por los periodistas, que las leen. Son nombres y voces –caras quizás no– que forman parte de nosotros. Entran y salen de los estudios a leer las piezas. Se afanan para que quepan (sobre todo los de cultura). El editor hace el “mujer-paso” de la noticia –se llama así– y acto seguido, con un tono característico, dice el nombre de quien lo explicará. Hace muchos años, en el primer libro de cuentos que publiqué, fruto de esa fascinación, estaba la historia, a través de los micrófonos, de un locutor nocturno y la periodista que hacía el tráfico desde el “centro de control”. La primera vez que pisé "informativos" de Catalunya Ràdio, me estremecí. Les oía hablar, de eso y de aquello (“¿Tienes la convocatoria de la rueda de prensa?”, “Se acabó el papel de la impresora”, “voy a buscar agua, ¿alguien quiere?”) y, claro, todos, en esa planta, se caracterizaban por tener voces preciosas (tengo una gran flaca por las voces de la gente). Entran y salen del estudio, sin hacer ruido, explican la pieza, durante un minuto, se vuelven al ordenador, siguen mirando al mundo para contarlo.

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