Redes, imagen y personalidad
Instagram ha anunciado que activará una función que protegerá a todos los menores de 18 años de recibir fotografías de nudo para evitar que sean víctimas de extorsiones, entre otros objetivos.
La noticia da una idea de los niveles nauseabundos a los que ha llegado el tráfico de fotos a la red y de lo expuestos que viven nuestros hijos. Si el estadounidense Neil Postman, teórico de la comunicación (y antes maestro de primaria), ya advirtió hace más de 40 años que la televisión estaba provocando la desaparición de la infancia, hoy habría escrito sobre la colaboración de las redes en la iniciación a la corrupción de menores.
Pero aún contando que los padres ejerzan un control de determinadas aplicaciones, el problema me parece que es previo: a través de las redes, estamos invitando a los niños a construirse una imagen cuando todavía no se han construido una personalidad. Los estamos haciendo unos maestros en la importancia de la apariencia por encima del contenido. Estamos desplazando el valor de las personas hacia lo que parecen, como parece que les va la vida y la puntuación que esa apariencia tiene en las redes.
Estamos extendiendo la conciencia de que debemos ser vistos y juzgados desde el exterior virtual, y que la nota de esta exhibición digital diaria es lo que va a determinar nuestro valor real y, al final, nuestra felicidad. Con las redes hemos aprendido a estar todo el día emitiendo hacia el exterior, crear contenidos sobre nosotros mismos, dar señales de vida a menudo superficiales pero de un gran efectismo. Por eso más de un menor que no sabe que está desarmado para esta batalla ha terminado entregando su intimidad.