Regalemos a todos los sanitarios un Sant Jordi seguro

La fiesta de Sant Jordi siempre se ha caracterizado por ser una normalidad excepcional: es una fiesta en día laborable, es un día en el que todos compramos libros y rosas como si fueran objetos de consumo básico, es un día en que la calle se tiñe de alegría sin romper del todo la cotidianidad, es una jornada en la que la vida tiene lugar más en la calle que en los interiores, en el que las familias y los amigos nos hacemos un caso especial, en el que las sonrisas son la norma. Sant Jordi es, en sí mismo, una representación colectiva anual de cómo querríamos ser: por unas horas nos comportamos y nos retratamos como una sociedad culta, cívica, amable. Es esto lo que queremos vivir de nuevo este año.

El año pasado se interrumpió el ritual por primera vez. Fue un golpe duro, todos confinados y trastornados por la pandemia. Este 2021 tiene pues un significado extra: el de recuperar la fiesta, el de volver a probar su normalidad excepcional. Se palpan las ganas de Sant Jordi. Con mascarilla, guardando las distancias y evitando aglomeraciones, este 23 de abril nos reencontramos con una tradición singular, admirada por todas partes –ya hace unos años que la Unesco lo declaró Día Internacional del Libro– y vivida intensamente desde dentro, una fiesta que combina cultura, sentimentalidad, comercio, reivindicaciones y show mediático. Sí, todo esto lo queremos experimentar otra vez.

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Pasan los años, irrumpen nuevas tecnologías que tenían que acabar con el libro impreso, sufrimos pandemias, y a pesar de todo la fiesta del libro y la rosa mantiene su vitalidad ciudadana y se adapta a todas las circunstancias: incluso en 2020 se hizo un simulacro en verano, bastante exitoso. De hecho, al final, pese al covid, en 2020 se evitó el desastre libresco y se acabó cerrando el año con una caída de ventas de sólo el 5% en cuanto a los títulos de ficción. Fue gracias al hecho de que durante la segunda parte del año se produjo una gran remontada, como si la gente hubiera recuperado el gusto y el hábito de la lectura. Este Sant Jordi veremos hasta qué punto esto se consolida. La realidad es que estamos muy lejos de ser un país de lectores y, por lo tanto, hay mucho margen de mejora.

El ensayo de normalidad de esta fiesta semiconfinada es una doble oportunidad: para reforzar la conciencia general de que los libros nos hacen personas más libres –ojalá en el mundo pospandemia lo tengamos como prioridad– y para empezar a volver a ganar la calle y la sociabilidad, siempre desde la prudencia que exige la amenaza de una cuarta oleada de covid si no se hacen bien las cosas. Porque la batalla contra el virus todavía no está ganada: la vacunación masiva en las próximas semanas y meses tiene que ser el empujón que nos falta. Si el dragón es el virus, Sant Jordi nos tiene que ayudar a acabar de matarlo, o como mínimo tiene que iniciar la cuenta atrás, la recta final de esta guerra médica, científica y social. Lo que seguro que no puede suponer es un paso atrás. Así pues, salgamos a disfrutar del día, regalemos (y leamos) libros, regalemos rosas, pero no arriesguemos lo más mínimo ni nuestra salud ni la de los otros. Regalemos también a todos los sanitarios una fiesta segura.