Renfe y Adif, maltrato y humillación

En la lotería que siempre toca, el premio gordo cayó este viernes en Bellvitge, donde los pasajeros de un tren estuvieron parados durante más de una hora dentro de un convoy –lo que dio lugar a frases del tipo “hemos tenido que abrir las puertas para respirar”– y tuvieron que acabar saltando una distancia considerable hasta la tierra e ir caminando. Un trayecto de media hora se realizó en tres. Y así todos los días, "en qué te preguntas qué riesgo correrás hoy y cómo lo harás para llegar a trabajar al día siguiente".

Este viernes falló el suministro eléctrico, pero hay días en que se incendia una catenaria, otros que caen piedras en la vía, que roban cobre de una instalación, que falla un semáforo, que los maquinistas hacen huelga más o menos encubierta o que las obras aún no están suficientemente rodadas y peor. El Govern afirma que aún tardaremos dos años en notar las mejoras, lo que da una idea de cómo habrá sido el maltrato ferroviario del Estado en Catalunya. Y, por tanto, las excusas del presidente Illa a los usuarios están muy bien, pero si no se quiere pasar cada día de su mandato pidiendo disculpas, más vale que empiece a entrenar el voto de calidad de Cercanías Cataluña y que trabaje para que el gobierno español, a través de Renfe y Adif, resarza directamente a las personas y las empresas por los perjuicios que les está causando y entre a fondo.

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Pretender que la economía catalana pueda liderar nada si un servicio tan elemental como el de los trenes no funciona es un chiste. La primera obligación del presidente de un país es proteger a sus gentes, y los catalanes cuando utilizan Cercanías viven desprotegidos hasta la humillación.