La situación de inestabilidad en la que se encuentra la V República Francesa (ha dimitido el quinto primer ministro que ha tenido el país desde la victoria de Macron en las presidenciales de abril de 2022, el tercero desde las elecciones legislativas avanzadas de julio de 2024) da pie fácil a la caricatura y la risa. Más que más, porque Macron se ha negado reiteradamente a encargar la formación de gobierno a la izquierda, y por tanto ha nombrado a primeros ministros de derecha que le fueran cercanos, con el argumento de favorecer la estabilidad. Los inspectores Clouseau y Gadget, y Louis de Funès, sobrevuelan la escena.
El humor se oscurece pronto cuando a la inestabilidad política le sumamos la grave fragilidad financiera del estado francés, con un riesgo real de quiebra. Esto podría dar paso a una situación social extremadamente conflictiva, con un problema evidente de liderazgo y capacidad de reacción por parte de la democracia francesa. Es fácil comprender que todo esto sólo favorece los intereses del Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen y de su candidato a primer ministro, Jordan Bardella. Cabe recordar que Macron ganó las presidenciales de 2022 en un cara a cara en segunda vuelta con Marine Le Pen. La líder de la extrema derecha francesa está inhabilitada desde marzo como candidata electoral, condenada por un asunto de malversación de fondos europeos, pero eso no le impide seguir haciendo política y mantenerse al frente de un partido con una sólida intención de voto que hace tiempo que es capaz de atraer a más de un tercio del total del electorado francés. La condena por inhabilitación posiblemente reforzará aún más a Le Pen desde el punto de vista electoral, teniendo en cuenta la habilidad de la extrema derecha para sacar rendimiento del victimismo.
Los problemas de Francia son, en gran medida, los problemas de Europa, y por tanto de todos nosotros. Una Francia gobernada por la extrema derecha, y además en situación de bancarrota financiera, es una vez letal para la Unión Europea. Puestos a imaginar lo peor (lo peor pero en modo alguno imposible), si Alemania llegara a estar también bajo el control de Alternativa para Alemania, ya serían dos golpes letales. Tanto el presidente Macron como el canciller Merz intentan impedir los avances de sus respectivas extremas derechas por el método de asumir en buena parte sus propuestas sociales. A la vista de la situación, no parecen salir adelante.
Copiar desde las derechas tradicionales, y también desde el centroizquierda, el argumentario, el discurso y las políticas de las extremas derechas no las diluye ni las frena: al contrario, parece más bien que lanzar más gasolina al fuego. Tampoco ayuda caer en la trampa de situar a los partidos de izquierdas en un supuesto extremo equivalente, desde el otro lado, a la extrema derecha: pueden gustar más o menos, pero hoy en día no hay extremas izquierdas que nieguen derechos básicos a grandes sectores de la población. En cualquier caso, la necesidad de reaccionar a la ola reaccionaria no es un juego de palabras: es una urgencia europea. Y francesa, ahora mismo.