Romper el silencio sobre los abusos

La publicación por parte del ARA de una investigación exhaustiva sobre acoso sexual y abuso de poder en el ámbito del Institut del Teatre ha tenido este lunes su primera consecuencia: uno de los profesores señalados, Joan Ollé, ha quedado apartado de la docencia mientras dure la investigación interna que llevará a cabo la institución cultural. Esta fue también la exigencia del centenar de estudiantes que ayer se manifestaron en el atrio del Institut del Teatre para denunciar la situación que se ha vivido en el centro y exigir también responsabilidades al equipo directivo.

En las horas posteriores a la publicación de la noticia, el alud de nuevos testigos y la oleada de solidaridad con las denunciantes demuestra que apenas estamos ante la punta del iceberg de unos comportamientos que hasta hace bien poco se consideraban normales pero que han provocado secuelas duraderas en muchas de las víctimas. En este sentido, la publicación de la noticia sirve para romper el silencio y animar las víctimas a perder el miedo a denunciar y a explicar sus experiencias, y que todo ello derive en un auténtico #MeToo del teatro catalán.

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Tenemos que tener claro, sin embargo, que los abusos en el entorno del Institut del Teatro son especialmente graves porque se dan en una institución docente con alumnos muy jóvenes, pero que estos comportamientos se pueden dar en cualquier ámbito donde haya jerarquías (abuso de poder) y sensación de impunidad. Hasta hoy el ARA ha destapado casos en el ámbito del deporte, la Iglesia, la política y el teatro, pero a buen seguro que podríamos encontrar en la universidad, los medios de comunicación o en cualquier ámbito laboral. Lo importante es que se pierda el miedo y que las víctimas vean que, si deciden dar el paso de hacer público su caso, no serán ignoradas, sino todo lo contrario.

En el caso del Institut del Teatro es especialmente significativo que nadie, o casi nadie, haya puesto en entredicho el testigo de las víctimas ni el rigor de los periodistas que firman la información, Albert Llimós y Núria Juanico. Seguramente hace unos años las cosas habrían sido muy diferentes y la versión de las denunciantes habría sido discutida públicamente. De hecho, en algunos casos todavía es así, pero despacio estamos asistiendo, ante nuestros ojos, a un cambio social muy profundo en el que sobre todo las mujeres han iniciado un proceso de empoderamiento que comporta romper estos muros de silencio de los que se rodeaban hombres que hacen un uso espurio de su pequeña o gran parcela de poder.

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Que en la manifestación de este lunes se vieran a chicos y chicas unidos en la protesta también es una gran noticia. Quiere decir que la nueva sensibilidad sobre los acosos y los abusos es compartida (de hecho, también hay hombres que lo han sufrido), y que las nuevas generaciones hacen piña en esta lucha. Aun así, todavía queda mucho camino por recorrer, todavía hay muchas zonas de sombra donde las víctimas todavía no se atreven a levantar la voz, sectores impenetrables todavía donde dominan las viejas dinámicas del poder machista. Estos muros, sin embargo, se irán agrietando despacio. No tengáis ninguna duda.