La salud de la democracia

Estrenar el año pide un artículo sobre un gran tema de nuestro tiempo. Coincido con Josep Ramoneda (ARA, el pasado martes) que la salud precaria de la democracia es uno de ellos.

Lo más profundamente inquietante no son los golpes de estado de gobernantes que han perdido las elecciones (Bielorrusia) ni las democracias destruidas por imposición exterior (Hong Kong). Lo es que la democracia se debilite contando con un asentimiento de la población, ya sea expresándose pasivamente (la China) o, como Rusia o Turquía, en procesos que han incluido elecciones, si bien imperfectas. Lo es todavía más que en democracias que considerábamos consolidadas e irreversibles surjan movimientos políticos hostiles a sus principios y con atractivo electoral. Por encima de todo tenemos la terrible incógnita de los EE.UU.. El intento chapucero de Trump ahora hace un año fue decisivamente derrotado por la fuerza de la democracia americana. Pero se está viendo que Trump no fue una aberración. Un trumpismo más sofisticado -ya me entendéis- no es una perspectiva de futuro imposible. Pensar hace perder el sueño.

En Europa el virus lo tenemos, y gobierna en Polonia y Hungría. No somos inmunes a él. Pero la situación no es tan crítica como lo puede ser en los EE.UU.. En el mundo, Europa es todavía una fortaleza de la democracia. Las elecciones más recientes, especialmente la alemana, han ido bien. Las perspectivas en Francia e Italia son buenas. Ni Macron ni Pécresse amenazan la democracia, más bien al contrario. Ahora que se ha llegado en su punto en qué Polonia y Hungría cuestionan la preeminencia de la ley europea -posición a la cual hace una semana se ha sumado el TC de Rumanía-, la UE está reaccionando con más firmeza. Puede disciplinar con el instrumento económico. Ayuda que los estados de la antigua URSS no tendrán nunca la tentación de abandonar una UE que es un escudo frente a Rusia. Para mí la incógnita es si la presión de la UE movilizará a los ciudadanos a favor de la oposición o de los gobiernos. Esperemos que sea la primera opción.

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En España la amenaza a la democracia la representa Vox, con una influencia política que supera su peso electoral.

Preguntémonos: ¿Vox va camino de convertirse en un agente totalmente normalizado de nuestro escenario político? ¿Uno que pueda ser decisivo para la formación del gobierno central?

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La respuesta vendrá en primera instancia del voto. Si en las elecciones generales de 2023 se reproduce la mayoría actual, lo más probable es que se repita la fórmula actual de gobierno. Es lo que el PP se merece, y lo que nos conviene, si continúa basando su atractivo electoral en la exaltación nacionalista.¿ Pero qué tenemos que esperar si hay una mayoría PP-Vox? Pues dependerá de la actitud del PP. También, secundariamente, de la del PSOE.

El panorama en la derecha se está simplificando. La desaparición de Ciudadanos la celebraré. Sería bueno para España que hubiera un partido de centro y moderno. Pero ya se ha visto que la pretensión de vestirse así de un partido nacido para liquidar la diferencia catalana y vasca ha sido, por el bien de todos, perdedora. El año 2022 nos irá clarificando cómo el PP se ve a si mismo en relación a Vox. En estos momentos domina una política de aproximación que es de hecho una opa sobre su electorado. Probablemente no funcionará. También hay que decir que el PP no es homogéneo. Feijóo o Almeida no son Ayuso o Álvarez de Toledo. Si el PP hace mayoría con Vox tendrá dos opciones: gobernar con Vox, en coalición o por la vía del apoyo parlamentario, o invitar al PSOE a una gran coalición. La segunda opción ahora parece improbable. También dependerá de los escaños respectivos (si el PP tiene menos no pasará). Pero acabamos de ver en el Ayuntamiento de Madrid cómo el PP ha preferido aprobar presupuestos con votos de izquierda que hacerlo con Vox. Poco significativo ahora, pero quizás un indicador de situaciones que se pueden repetir en el futuro. En política, lo que puede pasar puede acabar pasando.

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En el caso de una mayoría PP-Vox en la que el PSOE tenga más diputados que Vox, pero menos que el PP, también será muy relevante la posición de un PSOE que podría estar tentado a acentuar la polarización y empujar al PP hacia la alianza con Vox. Por el bien de todos tendríamos que desear que el PSOE optara, si el PP lo hace, por la gran coalición, entrando en el gobierno o no. El objetivo primordial del PSOE, y lo tendría que ser también del PP, es mantener a Vox fuera de las mayorías parlamentarias. Es la fórmula alemana y el PSOE hará bien de tener presente que los gobiernos de coalición bajo presidencia democristiana no han desgastado al socialismo alemán: Scholz, el sucesor de Merkel, es socialdemócrata.