Sassoli, muerte de un europeo

Supe de la existencia de un político italiano llamado David Maria Sassoli cuando llegó a la presidencia del Parlamento Europeo, hace más o menos un año y medio. Supongo que esto es lo que nos pasó a muchos ciudadanos de la Unión Europea excepto los italianos, puesto que Sassoli era una persona popular entre sus compatriotas: no tan solo por haber sido un presentador de referencia de los telediarios de la RAI, sino también por su estilo, por su manera de hacer, como periodista y como político: una persona culta, que se expresaba con buen tono, elegante pero no creída ni pretenciosa. Con estas calidades, destacaba en medio del desmadre a menudo delirante de la vida pública italiana –tan parecido al de la nuestra, por otro lado– por motivos obvios.

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También destacó nada más llegar a la cámara de Estrasburgo, aunque fuera por el contraste con las maneras y el discurso de su predecesor, el también italiano Antonio Tajani, con quien formaba una especie de anverso y reverso: procedente de la mala derecha de su país, Tajani personifica como pocos la política italiana más reaccionaria y grosera. Y pronto supimos de él por su implicación en la política catalana: Sassoli no cedió a las presiones ni se dejó liar por las maniobras del nacionalismo de estado español, y su firmeza hizo que se aplicara la llamada “doctrina Junqueras”; es decir, la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) que avaló los derechos políticos de Carles Puigdemont, Clara Ponsatí y Toni Comín, y del mismo Oriol Junqueras, como eurodiputados electos. Junqueras no pudo acceder a su escaño porque no se le permitió salir de la prisión (en uno de los muchos abusos contra las leyes europeas que la justicia española ha perpetrado en la represión judicial del independentismo). Pero Ponsatí, Puigdemont y Junqueras han podido ocupar sus lugares en el Parlamento de Estrasburgo gracias a la firmeza y la claridad de ideas de Sassoli, como los mismos Puigdemont y Comín han recordado en sus tuits de pésame. A Sassoli le tocó pelearse, como presidente de la Eurocámara, con el covid-19 (casi como una broma macabra, su muerte prematura se ha debido a complicaciones de una enfermedad respiratoria), y también mostró su preocupación por las pandemias de la pobreza (empezando por la pobreza dentro de los mismos países europeos) y por las consecuencias, presentes y a medio plazo, del cambio climático.

Cristiano de izquierdas, la Europa en la que creía David Sassoli quería asemejarse tanto como fuera posible a la soñada por algunos fundadores del europeísmo como Stefan Zweig y Romain Rolland, o por europeístas actuales como Claudio Magris o George Steiner. Su presencia –demasiado breve– en la primera línea de la política europea nos tiene que recordar que esta Europa de las personas y de los pueblos, la Europa no mezquina, ni xenófoba, ni cobarde, ni limitada por nacionalismos de ópera bufa, ni violentada por la extrema derecha, ni vendida a los intereses de corporaciones y de sátrapas, todavía se puede hacer y todavía es posible.