Sequía, piscinas públicas y bienestar emocional

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La piscina municipal de Espolla, sin agua, en una imagen de archivo.

Algunas piscinas municipales quizás puedan abrir en verano. Lo adelantó el conseller de Acción Climática, David Mascort, en TV3, en una declaración que suponía una enmienda al plan de sequía establecido por la propia Generalitat.

Bienvenidas sean las rectificaciones si son para mejorar, aunque acaben desorientando a la gente, que al final ya no sabrá qué está permitido y qué no. Que hubiera dudas a la hora de hacer frente a la pandemia fue comprensible, pero que sea a la hora de afrontar un problema que ya hace años que sabíamos que acabaría llegando, como la sequía, no es tan disculpable. Y, sin embargo, la oposición se equivocaría si buscase alguna ganancia electoral. Al fin y al cabo, todos los partidos tienen o han tenido responsabilidades en la Generalitat o en los ayuntamientos y son, en mayor o menor grado, corresponsables de la gestión del agua. O sea que mejor que todos juntos colaboren en las soluciones.

Pero en materia de piscinas municipales está claro que la mayoría deberían estar abiertas. Para los niños, la piscina en verano es como la escuela en invierno. Llevad a una criatura a una piscina y casi no necesitará nada más en todo el día para refrescarse, para divertirse, para socializar, para hacer salud física. Para su bienestar emocional y para el de sus padres. Cualquiera que haya tenido hijos sabe que las piscinas tienen propiedades salvadoras. Quizás pueden juntar a los niños de pueblos que estén cerca y cerrar una e incluso establecer un transporte, o establecer unos turnos de uso. Pero mirémoslo pueblo a pueblo. Se entiende perfectamente que si hay sequía una piscina privada no pueda llenarse, pero con el calor que hará una piscina pública será un servicio público de primera necesidad.

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