De las 'smart cities' a las ciudades del bienestar 5.0

Smart City Expo se reformula en digital con el Smart City Live
14/11/2025
Doctora en Psicologia Social
3 min

Cada año, Barcelona se convierte en escaparate del futuro urbano. Robots que limpian calles, redes eléctricas inteligentes, sensores que monitorizan el aire o la movilidad... Mientras la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso, una pregunta se impone con fuerza: ¿puede una ciudad ser realmente "inteligente" si no mejora la vida emocional, relacional y comunitaria de quienes la habitan? Después de más de una década de smart cities, parece claro que la inteligencia técnica no es suficiente. La gran tarea pendiente es evolucionar hacia un nuevo paradigma: la "ciudad 5.0", donde la tecnología se ponga al servicio del bienestar humano y no al revés.

El término ciudad 5.0 proviene del concepto society 5.0, impulsado por el gobierno de Japón en 2016 dentro de su 5º Plan Básico de Ciencia y Tecnología. Se trata de una visión de la sociedad centrada en las personas, en la que conviven el crecimiento económico y la resolución de problemas sociales. Aplicada al ámbito urbano, la ciudad 5.0 deja atrás la fascinación por los datos y algoritmos para abrazar una inteligencia más completa: aquella que combina innovación con equidad, eficiencia con empatía y sostenibilidad con sentido de comunidad. A diferencia delsmart city tradicional, que es básicamente un ecosistema de sensores, la ciudad 5.0 es un ecosistema de soluciones diseñadas para la inclusión, la sostenibilidad y el empoderamiento ciudadano. Hablamos de la emergente sociedad superinteligente —super smart society—, como proclaman los japoneses.

Como escribe el experto en geopolítica urbana Pau Solanilla, "la verdadera inteligencia urbana no se mide en megabytes, sensores, procesos o algoritmos, sino en el bienestar humano compartido". En su artículo "Ciudades 5.0, mucho más que smart cities", publicado en The New Barcelona Post, Solanilla advierte que el paradigma actual corre el riesgo de generar nuevas brechas si no incorpora una mirada humanista: "La tecnología sin equidad, y sin un enfoque y sensibilidad humanos, puede generar, ya genera, nuevas brechas y desigualdades". Su reflexión apunta al corazón del debate: la ciudad del futuro no será la más conectada, sino la más justa.

El Smart City Expo World Congress, celebrado recientemente en Barcelona, ​​confirma, sin embargo, que la conversación global sigue dominada por la tecnología. Con más de 1.100 expositores y 27.000 participantes, el lema The time for cities invitaba a las ciudades a liderar la transformación mundial. Pero gran parte de las ponencias giraron en torno a la inteligencia artificial, la eficiencia energética o la movilidad inteligente, dejando en segundo plano la dimensión relacional y comunitaria que define el bienestar urbano.

Considero que el Smart City Congress está evolucionando, pero está por llegar a una visión más holística de ciudad. Cabe preguntarse si la tecnología urbana no está siendo presentada como fin más que como medio al servicio del bienestar humano. Y este redireccionamiento exige que el congreso incorpore un esfuerzo pedagógico complementario: sesiones orientadas explícitamente al cambio climático, a la equidad socioambiental, a la salud y el bienestar urbano ya la impronta humana de la innovación. Porque elevar la discusión sólo a lo que podemos hacer con IA y datos es insuficiente. La pregunta clave es: ¿cómo mejoran las vidas y relaciones de quienes habitan la ciudad?

Esta evolución sería mucho más que un ajuste temático: implicaría redefinir la inteligencia urbana. No es suficiente con innovar en infraestructuras, hay que innovar en convivencia. Y más en una época de aguda crisis de salud mental como la que estamos sufriendo. Las ciudades 5.0 no se diseñan sólo con ingenieros y urbanistas, sino con profesionales de la psicología, la educación, la ecología y la ciudadanía activa. Son ecosistemas donde la tecnología amplifica el cuidado y la sostenibilidad, donde el progreso se mide en bienestar compartido y no en gigabytes procesados.

En definitiva, abrazar la ciudad 5.0 obliga a fusionar tres dimensiones: la tecnológica, la social y la ecológica. Si el Smart City Congress quiere estar a la altura de este desafío, debe abrir espacios –y público– para que las poblaciones se manifiesten no tanto como máquinas eficientes, sino como comunidades humanas sostenibles, resilientes y libres.

La transformación urbana más significativa será aquella que ponga al ser humano en el centro y mueva la curiosidad, la ética y la ciudadanía tanto como la tecnología y los datos. La verdadera revolución urbana no llegará cuando todas las ciudades sean smart, sino cuando todas sean verdaderamente humanas.

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