El talón de Aquiles de Israel
El plan de partición de Palestina de las Naciones Unidas de 1947 ofrecía a los palestinos el 47% de su territorio; los acuerdos de Oslo de 1993 el 22%; Ehud Barak les ofreció algo más de la mitad del 22% de Oslo; Sharon menos de la mitad de aquel 22%. Hoy Israel ofrece a los palestinos de Gaza seguir viviendo en bantustanes bajo la una Autoridad Palestina dependiente de Israel y del dinero de Europa y EEUU. No hace falta que les diga qué ofrece Israel a los palestinos de Gaza; lo vimos en la matanza del jueves contra civiles desesperados que buscaban comida.
Israel y el sionismo tienen razones para sentirse victoriosos. Son la prueba de que la fuerza crea el Derecho y parece que es solo cuestión de tiempo que Gaza desaparezca y su territorio se incorpore a Israel del mismo modo que habrá de ocurrir con Jerusalén y con lo que los sionistas llaman Judea y Samaria (Cisjordania).
Nadie con un mínimo de información y formación puede pensar que la solución de dos Estados es viable. Lo que los israelíes podrían llegar a aceptar como “Estado” palestino sería un ente desmilitarizado, con su espacio aéreo y sus fronteras bajo control israelí y con presencia militar de Israel o todo lo más de Europa o de países árabes afines a Israel. La solución de un Estado binacional representa en sí misma el fin del proyecto sionista y ni siquiera habría muchos árabes dispuestos a cambiar la lucha de liberación nacional por la lucha por los derechos civiles.
¿Entonces Israel ya ganó? Nada es eterno en términos históricos y el sionismo, como gasolina ideológica que ha dirigido el Estado de Israel desde su nacimiento, tiene un talón de Aquiles: su absoluta dependencia de los EEUU. Y para apoyar a Israel como lo hace EEUU necesita gobiernos afines en Egipto y en Arabia Saudí.
Traten ahora de comprender la lógica política de la acción de Hamás en octubre y de la respuesta israelí. Pónganle los adjetivos morales que quieran a cada una pero traten de entender que la política se hace en el cielo y en el infierno. Hamás ha provocado tal respuesta del Likud que la cuestión Palestina es hoy el problema global principal desplazando incluso a la guerra ruso-ucraniana. La causa Palestina lo tiene más difícil que la Sudafricana por el inmenso lobby sionista que controla poderes politicos, empresariales, mediáticos y judiciales en EEUU y más allá, pero hoy la infamia israelí es difícil de justificar incluso para las derechas más desacomplejadas. El cambio de tono de los miserables socialdemócratas europeos y sus socios verdes que ya no tienen tan fácil justificar el derecho de defensa de Israel frente a la opinión pública europea es una prueba de ello. Del mismo modo, los demócratas en EEUU ya no tienen tan fácil defender el sionismo en su país en campaña electoral. Pero a los jefes políticos y militares palestinos les interesa aún más la opinión pública árabe. Ahora las dictaduras egipcia, saudí y marroquí lo tienen mucho más difícil y quién sabe lo que pueda ocurrir en los próximos meses.
Mientras, Israel corre. Sabe que su Ejército es el arquitecto de su territorio y llevarán la limpieza étnica en Gaza todo lo lejos que puedan. Y saben también que en el momento en el que la correlación de fuerzas cambie en Oriente Próximo la guerra será inevitable y esta vez no será contra niños y milicianos con cohetes y fusiles de asalto.
Por eso la movilización es tan importante. No creo que la opinión pública global llegue a ser una superpotencia, pero sí puede ser un actor decisivo en una correlación de fuerzas cambiante. En Europa cada vez parece menos improbable una guerra contra Rusia. No habría nada más imprudente hoy que dar algo por seguro.