Tiempo de desacomplejados

Hay un tipo de políticos triunfadores que dice mucho de nuestras sociedades y de los valores que se consideran dignos de respeto y sinónimo de triunfo. Estos políticos suelen tener algunos rasgos en común, como una capacidad oratoria adornada de adjetivación y tecnicismos pero que no soporta la prueba de la transcripción porque está vacía de ideas. Son políticos chulescos que suelen actuar con mayor atrevimiento e insolencia que guiados por la prudencia y la duda. Por supuesto, siempre tienen razón y una claque preparada. Comparten una visión oportunista y extractiva de la política que actúa como un imán para la fácil corrupción y dinero. Son gente que considera que los pobres lo son por idiotas y que el fin justifica los medios. Comparten las técnicas del marketing político de la derecha americana, que básicamente consiste en mentir sin parpadear, en sostener que hay "hechos alternativos" como si los hechos fueran opinables, en despreciar el periodismo porque pide rendir cuentas y en decir a cada uno lo que quiere o necesita oír aplicando fórmulas fáciles a problemas complejos.

Barro hasta el cuello

La versión hispana desacomplejada de la semana es el presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón, que el viernes compareció en Les Corts con un discurso de un cinismo apoteósico tras su pésima gestión de la DANA, que ha causado la muerte de más de doscientas personas y unos daños materiales quizás incalculables. Mazón comparó la situación con un escenario bélico y habló de una crecida del río similar a la del Nilo, pero acusó a la Confederación Hidrográfica del Júcar de falta de previsión en el aviso del peligro a los ciudadanos y al gobierno español del retraso que pueda existir en la reconstrucción.

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De momento, la irresponsabilidad y la ineptitud no pasan factura en Valencia, donde se pretende cerrar la crisis añadiendo una conselleria. La política es el único lugar donde es posible sobrevivir a la ineptitud, quizás gracias a la manera en la que se seleccionan los cuadros en partidos como el PP, y gracias también a un sistema de listas cerradas y bloqueadas donde las aptitudes que se premian para figurar en ellas son la obediencia y la mediocridad.

Mazón no dimite y remodela el gobierno inventándose nuevos organismos para las acciones “coordinadas e integrales”. También se creará una comisión de investigación y bla bla bla. Para Mazón “se hizo lo mejor que se pudo con la información y los recursos que se tenían”, y tal día hará un año. Pero Feijóo y los medios madrileños han tomado nota y Mazón cuelga de un hilo. Sobrevive gracias a que el PP necesita a Vox para sustituirlo, pero es un peso muerto para Feijóo, que tutela los cambios en el gobierno valenciano.

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Los valencianos son la última pieza de la guerra a muerte que las direcciones del PP y el PSOE libran en Madrid y que Feijóo ha trasladado a Bruselas, demostrando su pobre idea de patriotismo, por no hablar del juego limpio. Primero utilizó la construcción de una vertiente rusa del independentismo para exportar la bronca interna, y ahora lo ha intentado de nuevo para cobrarse la cabeza de la ministra Ribera cuando está a punto de convertirse en vicepresidenta de la Comisión Europea de Ursula von der Leyen. Feijóo, aliado de Manfred Weber, líder del PPE y contrincante de la presidenta de la Comisión –a quien considera una tibia–, se ha sumado a la andanada contra un equilibrio que sin Ribera saltaría por los aires y que habría que negociar de nuevo entre populares, socialistas y liberales.

La exportación de la crisis por la gestión de la DANA en Valencia es un paso más de la guerra contra Pedro Sánchez, que pasa también por los tribunales. En este sentido, ¿podría haberse esperado una querella del PP contra el gobierno español si no hubiera respetado escrupulosamente las competencias autonómicas mientras lo instaban a actuar de forma enérgica? El precedente es la gestión desleal del confinamiento, cuando la libertad era tomar unas cañas mientras los ancianos se morían agonizando en las residencias y se llevaba el estado de alarma a los tribunales.

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Apoteosis del populismo

El estilo político de ir a romper las piernas al oponente, alimentar y capitalizar la frustración, despreciar la verdad y ver la gestión como una oportunidad privada tiene su máximo exponente en el nuevo gobierno de Estados Unidos. La elección de los miembros del gobierno Trump es la apoteosis del populismo, y la reacción de los mercados dopando a las empresas cercanas al programa de Trump y Elon Musk abre una perspectiva clara. Desaparece la gestión de lo público y del espacio compartido y entran en juego los intereses económicos de una de las grandes fortunas mundiales. Al grito de menor burocracia, que todo el mundo puede compartir, veremos desguazar la mínima red social de salvamento y, en nombre de los trabajadores de la industria destruida, veremos cómo suben los precios con los aranceles que teóricamente deberían protegerlos.