Cuando los tiempos cambian y no todo vale en nombre del arte
El movimiento Me Too todavía no tiene cuatro años -surgió en octubre de 2017- y ya ha conseguido cambiar la manera como se miran o se toleran comportamientos que hasta entonces eran considerados casi habituales o inevitables. No quiere decir que gustaran, no quiere decir que no fueran traumáticos para quienes los sufría, pero socialmente no se condenaban y la vergüenza era más para la víctima que para quién había llevado a cabo la agresión. Esto, afortunadamente, está cambiando, a pesar de que todavía hay miedo de la estigmatización que supone denunciar los casos de abuso de poder cuando, además, van relacionados con agresiones, ya sean físicas o psicológicas.
En el periódico ARA ya hace años que la denuncia de estos hechos es uno de los ámbitos del equipo de investigación, que en los últimos tiempos ha destapado casos de abusos en el mundo del deporte, la Iglesia, la política, la escuela y, también, el teatro. Hoy, después de muchos meses de trabajo y de conversaciones con centenares de personas para poder contrastar y confirmar todas las acusaciones, publicamos un reportaje sobre los casos de abusos de poder y también de acoso que se han dado en el Institut del Teatre por parte de un reducido número de profesores. Se trata de personas que, haciendo uso de su posición de poder como profesores y profesionales de prestigio, han asediado a alumnos que, a pesar de ser mayores de edad, eran claramente vulnerables.
El hecho que los casos que se explican hoy se hayan producido en el contexto de la enseñanza del mundo escénico, del cual la gestión de las emociones al límite y la exploración del propio cuerpo forman parte intrínseca, no quita peso a lo que se explica. Lo demuestra el efecto que la persecución y el acoso han tenido en algunas de las personas que los sufrieron, que en algunos casos continúan atemorizadas ante los agresores por miedo a represalias tanto académicas como profesionales, y que en otros no quieren dar el nombre para no ser victimizadas de nuevo.
Tocamientos no deseados, humillación pública, persecución continuada, abusos sexuales y de poder no se justifican en ningún caso en nombre del arte o por una necesidad del guion o de la obra. Una cosa es la profesión, y las herramientas que tienen que usar, y otra aprovecharse de la situación con intenciones alejadas del objetivo docente o profesional. No todo vale, ni en éste ni en cualquier otro trabajo donde estos comportamientos sean habituales.
Con absoluto respeto por la libertad individual, y sin entrar en ningún tipo de valoración moral -con consentimiento mutuo entre adultos y sin abuso de poder todo el mundo tiene derecho a hacer lo quiera, por supuesto-, lo que está claro es que socialmente el acoso y el abuso de poder ya no son tolerables y es función de las instituciones poner en marcha los mecanismos de seguimiento y denuncia que favorezcan detectar estos casos y erradicarlos.
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