El trabajo de regenerar la democracia española
Atención, que Pedro Sánchez ha ido al Congreso a presentar las tan trompeteadas medidas de regeneración democrática: “Les anuncio de que en las próximas semanas y días iniciaremos una ronda de contactos para proponerles un plan de acción que nos ayude a proteger y fortalecer la democracia”. Pues si los famosos cinco días de receso, las dos cartas abiertas y los tres meses para pensárselo sólo han servido para parir un ratón esquifito como éste, pobre regeneración democrática.
La intención puede ser loable, pero ni todo un Parlamento aprobando una ley por unanimidad lograría frenar la tecnología digital disponible hoy y en el futuro, puesta al servicio de la difusión de mentiras, los discursos de odio o la injerencia de otros países.
Ciertamente, la salud de la democracia depende de disponer de una información tan potable como el agua que sale del grifo. Pero el control de calidad, los primeros que debemos garantizar somos los periodistas y nuestros colegios profesionales, sobre todo ante abusos flagrantes de la libertad de expresión.
Ahora bien, si hablamos de regeneración, los problemas de la democracia española van mucho más allá de lo que digan los medios. En pocos años hemos visto a policías fabricando pruebas falsas, el servicio secreto espiando teléfonos de adversarios políticos, la extrema derecha haciendo de acusación popular al Tribunal Supremo sentada junto a la Fiscalía y la Abogacía del Estado, oa los jueces negándose a aplicar la ley de amnistía, sólo por citar algunos ejemplos. Al PSOE y al PP les ha costado cinco años y una mediación internacional renovó el CGPJ. Y que no haya sido hasta ahora, que les ha tocado recibir a él ya su mujer, que el presidente español se haya preocupado por “garantizar una prensa libre, independiente y plural”, no es el mejor argumento para creer en eficacia de esta anunciada regeneración democrática.