Trump: la destrucción

La visión de la administración Trump no incluye alternativas al posible fracaso de su política. Desde 1945 el poder de EEUU ha estado basado en las fuerzas propias y también en la ayuda de un mundo en el que el 90% de las transacciones internacionales se realizan en dólares y las herramientas culturales de mayor impacto –lengua, cine, TV, música, redes– están dominadas por encima del 50% por EEUU. El poder estadounidense estaba basado, y aún lo está, más en la cooperación que en la coerción.

Si la política del presidente Trump persiste en destruir todo lo que hace atractivos a EEUU, eso les lleva a un escenario en el que serán temidos u odiados. Su poder se reducirá significativamente porque la suma de puntos positivos fortalece y la de puntos negativos debilita. Lo negativo tiene entropía intrínseca. Como dice el analista de relaciones internacionales Kori Schake, EEUU va camino de ser demasiado brutales para ser queridos o demasiado irrelevantes para ser temidos. El camino de ser demasiado brutales lo tiene abierto y lo practica –Gaza–, el de ser temidos no les será fácil, pero cuatro años de Trump pueden hacerlo posible. Quien es imprevisible despierta mayor inquietud y prevención que temor. Es más fácil pasar de la estimación a la irrelevancia que de la estimación al temor.

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Estos caminos son largos, pero históricamente acaban pasando factura, porque la generalización del sentimiento contrario une a los antiguos amigos en una alianza de adversarios. En el siglo V aC, la preponderancia de Atenas creó una coalición en torno a Esparta que acabó con el imperio. Nadie tenía el poder marítimo de Atenas, pero no le bastó y la derrota en Sicilia fue el principio del final.

A principios del siglo XVIII Carlos XII de Suecia provocó una coalición antisueca que tuvo consecuencias profundamente negativas: dejó de ser una potencia de primer orden.

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Cien años más tarde, Francia se puso Europa en contra y, pese a la genialidad y componente de modernidad que suponía la administración napoleónica, fue derrotada y pasó a ser un estado más en Europa. La hegemonía fue británica durante los siguientes 150 años.

EEUU necesita sus aliados, pero Trump considera que es una carga y los trata a veces con absoluta desconsideración. Las reuniones en el Despacho Oval, con imágenes retransmitidas por televisión, de las visitas de Zelenski y de Ramaphosa no son de las que generan confianza.

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Desde 1979, EEUU ha necesitado a China y Rusia para hacer efectivo el bloqueo comercial en Irán, y todavía ha sido incompleto. El presidente Trump se ha alineado más con Rusia que en la defensa de Ucrania, pero la posición de la UE le impide terminar el conflicto como quisiera... que es olvidando a Ucrania.

En cuanto a China, EEUU querría restringir el comercio de ciertos productos y materiales en el ámbito de las industrias digitales, pero sin la colaboración de Japón y Holanda este bloqueo no puede ser efectivo. Si EEUU quiere confrontarse con China en serio, necesitan a todos sus aliados. Pero están haciendo la política contraria y, cuando las soluciones tradicionales fallan, los propios aliados se buscan alternativas.

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Hoy el 51% de los europeos considera Trump un enemigo de Europa. El canciller Merz declaró: "La administración americana actual es indiferente respecto a Europa. Mi prioridad será reforzar Europa lo más rápido posible de forma que podamos alcanzar la independencia de EEUU".

En un estudio realizado por la ASEAN, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, en Indonesia, Tailandia, Filipinas, Laos, Vietnam, Malasia y Camboya, se ha dado la vuelta en pocos años al porcentaje de un 60% pro-EE.UU. y un 40% pro-China en cuatro áreas -", economía" y "afinidad cultural,soft power".

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Trump está catalizando la evolución del mundo hacia una multiculturalidad que abandona el dominio cultural económico y militar de EE.UU. porque el fuerza hacia un camino alternativo. La palanca de los aranceles, que tiene más demostración política que de efecto económico, está contribuyendo a promover este cambio.

En marzo, Japón y Corea, los dos aliados más cercanos de EEUU a Asia, cerraron un acuerdo trilateral de libre comercio con China. Esto demuestra que la voluntad de EE.UU. de mantener una influencia determinante en Asia se debilita.

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Trump quiere hacer a EEUU más fuertes dentro para tener una mayor proyección en el exterior, pero el alejamiento de los aliados y las consecuencias en términos de inflación de una política de aranceles no bien planificada, junto con la falta de previsión en política económica, ha introducido una inestabilidad en los mercados que tendrá consecuencias en el mundo y tendrá consecuencias en el mundo de referencia.

¿Quién pondría la mano en el fuego porque Trump no hará saltar, cualquier día, el acuerdo comercial entre EEUU y la UE? Hemos dicho desde esas mismas páginas que la negociación con EEUU debe estar en el plano comercial –qué me das tú y qué te doy yo: comparémoslo–. EEUU quiere que sus empresas tecnológicas puedan operar en la UE, algo que no puede darse sin un acuerdo equilibrado; es, pues, un importante acuerdo para ellos. La prisa es mala consejera, y ya hay estados miembros que protestan. Equivocarse desde la debilidad es un doble error.

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EEUU necesita políticas de largo plazo y negociaciones estables y no contingentes, pero esto es exactamente lo contrario de la política de Trump en los últimos meses. La confianza de los demás se pierde con facilidad y rapidez, recuperarla es difícil y larga. Éstas son las alternativas que la administración debería tener preparadas y al alcance por si su política actual de imposición a todos y por todo le falla. Ni sabe ni quiere saberlo, porque lo considera innecesario, pero no lo es.