Trump y el dominio de la escena

Lo más remarcable del atentado contra Trump fue su reacción: de pie, ensangrentado, con el puño en alto, ordenando a los agentes del servicio secreto que no se lo llevaran en brazos de la escena del crimen, con la expresión crispada y gritando al público “¡Luchad! ¡Luchad!”.

Trump es... elijan ustedes mismos el calificativo que quieran: un ególatra, un mentiroso, un golpista o un delincuente, pero en la hora más crítica de su vida, cuando le habrían temblado las piernas a más de uno, demostró un dominio de sus actos que solo es posible cuando se vive en coherencia con lo que se predica. Y lo que predica Trump es el miedo.

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En el libro Fear, el periodista Bob Woodward explica el consejo que Trump daba a sus amigos: “El poder real es el miedo. Nunca muestres debilidad. Siempre debes ser fuerte. No te dejes intimidar, no tienes otra opción”. Y eso es, exactamente, lo que hizo Trump en cuanto pudo ponerse en pie: mostrar coraje y no aparecer amedrentado. En ese momento se estaba escribiendo una de las líneas más importantes de su biografía y él no estaba dispuesto a pasar a la historia como un gallina.

Más que pensar rápidamente, Trump actuó instintivamente, y lo primero que hizo fue comunicar a la gente que estaba en el mitin que no estaba asustado sino rabioso y que por más que quieran matarlo o encarcelarlo a él no lo derrota nadie.

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Fíjense en el mensaje que escribió ayer: “No vamos a tener miedo y nos vamos a mantener desafiantes ante el mal. Mostremos nuestro verdadero carácter como americanos, manteniéndonos fuertes y decididos, sin permitir que el mal gane”. El atentado habría convertido a Trump en el bien. Si cuando lo procesan bate récords de recaudación, ¿qué no va a pasar a partir de ahora?