

El último episodio de la continua huida hacia delante de Carlos Mazón le ha llevado a hacerse fuerte a la presidencia de la Generalitat Valenciana mediante un acuerdo de presupuestos con Vox: a cambio del voto favorable de los neofascistas, él abraza su ideario en materias sensibles como el medio ambiente o la inmigración. Esta maniobra causa una profunda incomodidad en la cúpula del partido: descalifica la autoridad de Feijóo (aunque el partido hace correr diferentes versiones sobre cómo se ha negociado el pacto), ya escasa de por sí, y proporciona a Mazón un escondite desde donde se guarda (al menos por ahora) de una caída que parece. En este último giro de la historia sí sabemos dónde estaba Mazón: negociando un acuerdo con Vox que le asegurara la permanencia en el cargo. Recordemos que, de lograr llegar al 2027 y, por tanto, agotar la legislatura como presidente de la Generalitat, Mazón habría cumplido el requisito para ser miembro nato del Consell Jurídic Consultiu durante quince años. Dicho de otra forma, le garantiza una paga de ochenta mil euros al año hasta los sesenta y siete, cuando podría jubilarse habiendo ingresado 1,2 millones de euros. A estas alturas de su desgraciada historia, no cabe duda de que ésta es la principal motivación del tal Mazón para aferrarse a un cargo que no puede desempeñar sin ser abucheado y oírse decir de todo cada vez que participa en un acto público. Bien: tiene esta motivación más lo que él haya calculado que pueda reunir en "la reconstrucción", que es el mantra que invariablemente invoca para justificar su continuidad. Que invocan a él y también, oficialmente, al PP, dada la incapacidad demostrada por Feijóo de reconducir la actitud indecente del presidente valenciano. Cuanto más hablan de reconstrucción, más queda en evidencia la desesperación de Mazón y el descalabro interno del PP en todo lo que tiene que ver con el desastre de la Comunidad Valenciana.
Por otra parte, al entregar su futuro político a la extrema derecha, Mazón también plantea un inconveniente a la dirección estatal del PP, que trata de hacer equilibrismos para distanciarse de Vox, aprovechando la ruptura, aunque sea de pantomima, de sus acuerdos de gobierno en comunidades autónomas y ayuntamientos. El acuerdo de presupuestos de Mazón con Vox, hecho de una frivolidad estremecedora, recuerda una verdad política incómoda para Feijóo: a saber, que cualquier posibilidad de llegar a la Moncloa sigue pasando necesariamente por dos cosas difíciles, la caída de Pedro Sánchez y el entendimiento con Santiago Abascal. Le recuerda también, como bajo continuo, que en el PP hay al menos dos relevos posibles para su liderazgo: el trumpismo de Díaz Ayuso en Madrid y la moderación (siempre supuesta, porque el PP moderado y centrista es un mito del que se habla pero nadie ve) de Moreno Bonilla en Andalucía. Mazón, con su irresponsable y estúpida huida adelante, le recuerda a Feijóo que es mortal y que, pese a que las encuestas sonrían, hay mala marejada interna tanto dentro de su partido como dentro de Vox.